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martes, 9 de agosto de 2016

INSEGURIDADES

Imagen cogida de la red





INSEGURIDADES




Nunca hubo un tiempo que se llevara todo: avanza el camino sin resucitar;
la oscuridad se ha vuelto esa forma desabrida del fluir, el perenne sitio
para el que sufre, la viscosa faena del surco.
Adentro de los chiriviscos de la semana, los míseros guijarros de la locura
y ese otro murmullo de la asfixia con sus propios cementerios.
Aquí avanzan los múltiples partos de las axilas y su escritura volátil;
de todo el plumaje, la piel negra de la locura y sus vastas amputaciones.
En medio del hastío, uno tiene que sopesar con el humo de los titiriteros,
y con esa risa de harapo que nos venden los periódicos,
los políticos de turno, los espejos hartos de la intriga y ese ojo de inquisidor trasnochado. Siempre son los mismos confetis disfrazados  de aromas
exuberantes, las mismas panderetas en castillos de naipes.
Hoy dudo de ciertas palabras. Las omito por cuestiones de Seguridad Nacional.
Dudo del murmullo y las argollas.
Dudo de la claridad encendida e inusitada de las agujas.
Dudo del veneno tan necesario en ciertas circunstancias de convulsión.
Dudo de la razón, cuando sus excesos son frenética diarrea.
Dudo del semen en la gerontocracia de los zapatos y el tartamudeo.
Dudo de los burdeles cuando mudan sus propios afeites y pierden clientela.
Dudo del frío frente a los ojos inmutables del tiempo.
Dudo de la buena fe, cuando me dicen que el olvido es como una gotita
de miel en el panal con espinas de la patria…
Barataria, 2016

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