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domingo, 7 de agosto de 2016

DIBUJO DE LAS DISTANCIAS

Imagen cogida de la red





DIBUJO DE LAS DISTANCIAS




De los zapatos a la sombra de uno, sólo la huella de aquella lumbre de ocote.
Las rejas gratuitas del tiempo, me temo que no sirven para torniquetes,
tampoco para alcanzar la ruta del ombligo, o el andamiaje cárdeno
de las palpitaciones, allí donde se funden todas las reminiscencias, por cierto,
los presentes, los futuros. Allí donde crece el diluvio de sal.
Al final uno da por cierto que no hay distancias próximas, sino vastos espacios 
en los que se entrecruzan esas extrañas distorsiones de la madera.
Uno a veces quiere escapar de los propios bolsillos, de la falsa igual
que se nos quiere vender a borbotones, de los rostros que simulan infinitos.
Nos muerde la hipermetropía de la abstracción.
Ante el tabú de los altares sepultamos el vómito que arrecia entre nosotros.
No es cierto que seamos cosmopolitas cuando alrededor nuestro
están atiborradas las aceras de tiliches, y caminar es un huevo entre tantas 
aceras sucias y calles de impura espesura. Sólo es ciertas el ascua.
(De otros será la claridad y el confort, toda el alba y su materia primera.
Todo tiene el resplandor de la sombra, el acaso corpóreo del granito.
Hay al menos dos mundos desde los cuales cada boca huele diferente.)
Los estiajes son cárcavas provocadas por la noche y el día, por el cambio 
peligroso de las estaciones: siempre la distancia obra entre nosotros
como la aridez, como el pasto que se aleja de cualquier luz.
En la arrugada voz de las conjeturas, todos transpiramos lo intangible.
─Vos, sos la afirmación de lo irremediable y el principio de mi orfandad…
Barataria, 09.VI.2016

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