Imagen cogida de la obur-movaghat.blogfa.com
NOSTALGIA
Ella solía caminar, —me lo dijo
una vez—, sobre los viejos pólipos
de los andenes y la hojarasca:
nada extraño soportar los miedos en una ciudad desconocida con semáforos fríos
y zonas peatonales sucias.
Yo sé que la nostalgia es una
telaraña que rompe el pedazo de tempestad
de alguna guitarra dejada sobre
las vísceras de la eternidad.
Durante muchos años se gastaron
las uñas en el asfalto del grito del horizonte,
en esa demasiada carga de los
sueños que nunca caben en los brazos.
Ella solía caminar, —me lo dijo
una vez—, junto a la nieve y a los
rascacielos
de un tiempo de marcadas
contradicciones.
Allí la hirieron de muerte la
falta de ternura y las barbas sin afeites
de los aparcaderos, la rutina del
miedo, en un paraíso de ratas y crepúsculos.
Solía ir y venir tras los golpes
descuajados del aliento.
Siempre fueron agónicas las
madrugadas en el vacío, irresuelta la espera.
(En Des Monies aletean las cicatrices del frío, duelen los
desvelos blancos de toda
la bruma. Duele anclado el corazón en este hielo de
Seneca St., u Oneida hasta
perderse uno en Lost Island)…
Al final de todos estos
silencios, ¿quiénes somos en lo remoto de la lejanía?
Ignoro si es memorable este lento
follaje que envuelve la memoria,
todas las estaciones imposibles,
los fuegos grises de la hoguera, los conjuros convocados, o las tantas noches
de nieblas y remolinos.
Ella solía caminar, —me lo dijo
una vez—, justo hasta perderse en las
gradas
del espejismo. Siempre el mismo
personaje jugando con su sombra.
Barataria, 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario