Imagen cogida de tlapitzalli.com
GRIFOS HUMEANTES
En el retablo de las cerraduras
de la sed, el armario de pájaros humeantes alrededor
del grifo que cuelga de
las cornisas del sinfín.
Durante la lluvia desciende a los
ojos, la historia que se rehace en las lunas
negras de la boca, en el chorro
seco de las plegarias: la memoria se abre
a las enredaderas de la tarde con
sus alas de cemento.
Como una mancha en las paredes
del aliento, el oficio de las estaciones junto
a las ventanas de sal que emanan
de los ojos.
En el recuerdo la hoja seca del
agua y su grifo inconcluso de sopores.
Mientras pienso en la oscuridad
del silencio el cántaro de la realidad con golpes
de pecho, o el pétalo de
granito subterráneo muriendo en el aliento.
Estupefacto en el sepia del
alhelí,
la lengua de sed gotea, sin que
se humedezca la risa, ni lo inhumano del pulso vacío,
ni la orquídea de cieno
de las veleidades.
¿Acaso desfallece el rostro ante
el humo enajenado que horada las pupilas?
¿Es sangre o noche la tormenta
que arrecia en los calcañales?
Es gris el brazo desnudo del aire
y la garganta que embriagan los candiles.
Sobre la breve luz de las
palabras, aquella muchacha desnuda como la imagen
del mar, alta marea de senos y
estertores.
En esta voz mía, sólo las
esquinas del tiempo y el bahareque de la tristeza:
cuando el humo se enreda en los
zapatos, y los caminos se libran del tatuaje,
el grifo de la niebla asciende a sudario de
país…
Barataria, 2016
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