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domingo, 29 de noviembre de 2015

VORACIDADES

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VORACIDADES




Sí, no cabe duda: el tiempo es voraz en el ojal de ceniza de la noche.
Maúllan los gatos en el caos que llovizna sobre el tejado: las circunstancias
nos llevan a caminos inimaginables, es enorme el ojo de la ropa sucia
prolongado en las manos, o en la soga estrepitosa del resuello. (En la ternura
de los ataúdes, los pies lluviosos de tantos lugares insondables.
En las afueras del aliento la luz nos engaña con sus matices grises: siempre
el sueño es más breve que los cansancios o los enojos.)
Hay horas en las cuales las axilas atraviesan las calles como los pájaros
                                                                                                                            [la luz del día.
La ironía pulveriza nuestras aspiraciones y muerde las ojeras que deja
la impunidad de la intemperie.
Alguien habrá de lavar las butacas del anfiteatro con un poquito de insolación.
Entre descomunales tiliches, los ruidos del film en la cabeza.
En la pelambre de las horas nos enfrentamos a la miopía del hollín, al tizne,
a la escoria, a ese polvillo de la zozobra del cine mudo. (Hoy, claro, con más
intensidad); en la geografía del miedo no son remotas las guacaladas de colillas,
ni las calles sin semáforos, ni las aceras con bisutería.
Ninguna hora es virgen, ninguna superficie tiene misterio: abundan, sí,
los proverbios, refranes, máximas, durante este reverbero de despojos.
Siempre resulta incalculable el ruido del mundo en mis zapatos.
¿Acaso otros tienen que pagar los platos rotos con plegarias, repartir el hambre,
con la misma película de las supersticiones?
—Más allá de estas cobijas desprovistas de cuerpos, hay otros ataúdes…
Barataria, 18.XI.2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

QUEBRADA LUZ

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QUEBRADA LUZ




Me quedo aquí en la antología de la noche viva, a la vieja espera de los mapas.
La luz tiene el sabor de las paredes encaladas, y también de los malabares
tropicales del paraíso: en la mansedumbre de las curvas, el litoral simétrico
de la promiscuidad, o la muerte penúltima de la mesa vacía.
Siempre los viejos murales de alguna autobiografía, las hondonadas del aire
sobre la tierra, esta luz que me recuerda con dolor algunas manos, calles,
exequias del color de lo real. El cuerpo y los caballos de fuego, solo sostenidos
por la brida de contención del inicio y el final.
Asumimos esta quebrada luz con el puñal en los poros y el salivazo ancho
de la muerte, y los tiliches a capricho de la esperma, y el vendaje despedazando
el silencio: uno vive intoxicado por innumerables vertederos;
y sucede que el cualquier parte hay arenas movedizas, oscuras arrugas
y universos terroríficos como la conciencia.
(No sé si exista algún jabón para lavar la miseria, o una pócima para teorizar
acerca de la vida, una almohada que haga suya la ternura, no el ojo feroz
de un barrote en el pecho. Ahora, —y como siempre— se mata sin piedad
la inocencia. ¿Dónde estará el último fuego?)
En los huesos, el ciprés y la puñalada de la indiferencia. Meses de sombra.
A través de voces salpicadas por la escoria conocemos los bordes de los tapices
que cubren las ondulaciones del zodíaco. Nos corroe la oscuridad, mientras
la luz, —casi imaginaria y huidiza—es súbita facción de lo lejano…
Barataria, 17.XI.2015

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ADENTRO LLUEVE

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ADENTRO LLUEVE




La lluvia obediente a la piel, al agua que llueve adentro, llueve  ensanchado
este vacío del vaso pleno que aguarda por el abismo.
Se bifurcan las voces alrededor del cenicero y las colillas a la orilla del dintel.
Desnudo la puerta de la voz y cuelgo del eco los cristales enmohecidos;
al fondo se esparce el cuerpo de la llovizna.
El golpeteo sobre el cuerpo de las ventanas, la boca ardida sobre la terca herida.
No sé a qué abismos pertenezco.
No sé en qué hemistiquio delinque el ápice de la cópula, fértil de alas
y olores, como la avidez mental de la página en blanco.
De pronto el poema es solo el animal que el poeta ha discernido en su frenético
y abisal recorrido por las grietas que hace la neblina.
Mientras baja quintuplicado el paladar, copula la lámpara sus inocencias juntas,
hasta el punto de renovar, esa antigüedad del centelleo.
Acumulados los instantes, el pálpito es artero en la garganta: lo es el tiempo
y la sangre, la pulsación saqueada del subsuelo. Lo es la escritura sin bisagras,
o el prensapapel siempre justo en el sigilo.
Lo es el semen en sus distintos apéndices y glosarios y pistolitas de agua.
En realidad, una tormenta, o esa hermosura de llorar, es un reptil a puerta
abierta, o un anillo donde da vueltas incesantes el espíritu.
Siempre estoy en ese otro cielo frío de la otredad: tropiezo con trocitos
de analgésicos todos los días. En la fosa de la noche, el útero negro del perro
que muerde las sombras de piedra de la ciudad…
Barataria, 15.XI.2015

lunes, 23 de noviembre de 2015

INVENTARIO DE HOY

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INVENTARIO DE HOY


A Pere Bessó, poeta, traductor, amigo.


Rezo porque estamos sobre andamios endebles, cegados por recuerdos
y desnudos como cualquier ciudad aledaña a un prostíbulo.
Unos tras otros los recuerdos en el ascensor del envejecimiento: uno sabe,
—sin truculencias—, que resulta impensable esta cofradía de lodo ecuestre
en el que cabalgamos casi con rigurosidad doméstica.
Crujen las aguas sobre los días difuntos: duele la sombra del país.
En la carcoma de la ventana el alma extenuada de la madera, los focos grises
de la sospecha y el cuchicheo de sombras y paredes.
Al otro lado de la calle o la ciudad, el espejismo de los barrancos y su forma
de vida: San Miguelito, La Bermeja, sombras colgando de la memoria.
Supongo que aquí llegó el paludismo y las enfermedades venéreas,
pero no la felicidad con sus amaneceres legendarios.
Ya se han ido casi todos los amigos y sólo van quedando los comensales
de la usencia, las sombras desteñidas en los lavatorios, la cara de algún actor
de la farándula de Hollywood.
Tenemos una mezcla de sueños, desalojos y estrangulamientos cada vez
que cruzamos la calle y alguien nos sale al paso para pedirnos un par
de monedas, o la colilla que aún llevamos prendida entre los dedos. Es extraña
esta sensación de despojo, uno nunca sabe por dónde, solitaria, nos alcanzará
una risa, o la sombra de nuestra idiosincrasia.
Quizá un día le incautemos a la memoria esta zozobra de meses y años…
Barataria, 13.XI.2015

sábado, 21 de noviembre de 2015

ORFANDAD TEMPRANA

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ORFANDAD TEMPRANA




Mientras ardía en mí, la orfandad temprana, la sombra dura del despojo
y el hambre. Debajo de los cascos del aliento, el principio y el final
al mismo tiempo derribados. Siempre descalzo y desnudo a la orilla del río.
Oscuro el cierzo y los huesos de ávida melancolía.
La vida siempre tiene sus fronteras: yo encontré las mías en la soledad
de la noche, del otro lado de los embarcaderos inhóspitos y los trenes.
Antes siquiera de llegar a la edad del despojo, ya había caminado sin retorno
junto a la miseria. Era como el ave de rapiña ahogada en el entrecejo.
Huyeron entonces todos los pájaros.
Los cuatro costados de la deriva cansados de mis pequeñas manos.
Era miserable el escalofrío asestado en el fonógrafo de mi pecho. Era larga
la súplica que nadie escuchaba, largo el goteo del desvelo.
Busqué cobija en la memoria, en los largos brazos de rieles y durmientes.
Desfallecía en aquella aridez de la certidumbre; era visceral el árbol o la risa
que buscaba, la levadura hundida en el camino, las palabras hechas escombro
en la garganta, la borrasca presentida y repetida.
Oscuro en mi niñez, buscaba la puerta de salida hacia la lejanía.
De aquellos años, todavía guardo el aleteo. Pienso en la zozobra alrededor
de mis palabras, en las negaciones y ausencias, en los pies primeros
que me condujeron a las sastrerías y al propio instante de claridad.
(Hasta que destripé la llaga e hice del horizonte un violín inédito.)
Barataria, 10.XI.2015

miércoles, 18 de noviembre de 2015

EXTRAÑAMIENTOS

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EXTRAÑAMIENTOS




Desde el sinfín, la ráfaga de pájaros sobre estas aguas de la claridad.
Detrás del infinito confabula el horizonte.
El libre pensamiento nos ha hecho vomitar hasta los piojos, morder el invierno
de las distancias, hasta exhalar pequeños cementerios.
Gemimos, —y lo sabés— cundo sobre nuestra mirada el reloj defeca su hoguera
y sus ruinas incomparables,
y su vieja fiebre de maldeorína y su ebria puñalada de andenes.
A la ropa desteñida le sumo mis olvidos, los muchos trajines, los extraños
remiendos de las palabras y los mundos del cansancio y hasta las aguas
que aprietan en medio de las sombras.
Uno cuelga del hilo del pellizco todos los peces del índigo, el fuego del sigilo,
y las monedas ciegas sin ninguna ganancia. Todos los amaneceres transcurren
mientras froto las palmas de mis manos y quito el frío a la muerte.
No hay tal pájaro absoluto, sino ese que despierta junto al cierzo del limonero.
Siempre camino desprevenido: tal vez un día tropiece con la eternidad,
o al menos, con una brújula justo en el centro de tu ombligo,
justo allí, donde la voz humana es extrema en boca y ecos y mundo.
(Cerca de vos, los pechos inundados de mi rostro; desciendo hasta la cadera
de las palabras, me encaramo sobre el meridiano de la sombra hasta volver
a ocuparme de la infancia, y colmar la almohada de furias y caminos.)
En el fondo, soy inocente de todo: la culpa la tienen las palabras y los zapatos.
Barataria, 08.XI.2015

lunes, 16 de noviembre de 2015

DESVÁN INDELEBLE

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DESVÁN INDELEBLE




Yo no llego de visita a esos lugares pantanosos del tiempo: a diario los transito.
Quizá a algunos los deslumbre la ventana oscura donde levitan las arañas,
quizá otros sean turistas de estas calles y sus aguaceros consuetudinarios,
quizá nadie se alumbre con estos desvelos,
ni hurgue en el cordón umbilical
del oscuro foco doméstico carcomido por el polvo húmedo de la historia.
Por cierto, en el cordaje de la hoguera, la memoria y su delantal indescifrable,
los rostros y sus gargantas tenebrosas, el cianuro en el paladar,
las vísceras y su vejamen de lunas.
No conozco otro desván a la carcajada siniestra, ni otra mano a la que sostiene
el machete, ni otra memoria a la exasperación del filo.
Ni otra eternidad a la del chorrito de agua cayendo del tejado sobre la cobija,
ni otros dientes oscuros a la del candil y sus trocitos de humo,
ni otro aire al sofoco que producen las castraciones.
Sobre el ojo del día, el ojo de la ciudad y sus inclemencias, la epidermis
y sus gérmenes. (Cada ráfaga es la expresión del tiempo: me colmo de todas
las aguas, pero también me cuido de ciertas noblezas e infiernos.)
Alrededor de la excomunión de los amantes, el nudo ciego del kerosén
y sus argollas de fuego. Encima de las negras pasiones de los andenes,
la confabulación de las alcantarillas y su bajo mundo de petates sucios,
y su vieja consigna de sarcófago:
al final la única artífice de lo indeleble es la entraña y el pulmón de la página.
Barataria, 06.XI.2015

sábado, 14 de noviembre de 2015

LLAVE IMPOSIBLE

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LLAVE IMPOSIBLE




Es así la niebla viajera sobre el deletreo de los sueños, ramas donde las proas
son páramos, y abismo el riel calcinado de los trenes.
Siempre los escapularios como el cuentagotas de sal del alma.
¿Qué tiempo nos alimenta a través de estas sandalias desgastadas del aliento?
¿Qué tapices habrá que arrancarle al calendario o a los antifaces?
¿Hacia qué tren los viejos durmientes de la sangre, el collar ácido de guijarros,
apenas los gemidos como vagones extraños?
Abyecto el hollín sobre el cuerpo: a menudo uno quiere abrir el ojo de la aurora,
y respirar racimos de buenos augurios; pero ella es una sortija que agosta
la garganta y hace del tránsito, un coágulo de barro seco.
Uno desea saltar sobre las reses negras de los tapiales y hacer que desaparezca
la tristeza y su enorme cántaro de vieja metrópoli.
Otros, esperan sentados a que la historia los absuelva; mientras,
busco en el buen samaritano, una sastrería, o una farmacia, o una casa
con manos extendidas, o una calle tranquila sin apiñamientos de ninguna índole. 
(Ahora veo al país sin ninguna llave posible. Son distantes los sueños
y las ventanas; no así, los candelabros,
ni esos exilios que también mutilan nuestras infancias.)
Todos los días nos acecha la aguja del ahogo, el trozo de  delantal de la viudez
y la oscuridad; en el poyetón no está el hechizo de ninguna llave, sino el plato
consuetudinario del aullido y la tortura de hielo de la miseria.
Barataria, 04.XI.2015

jueves, 12 de noviembre de 2015

VIEJOS DÍAS

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VIEJOS DÍAS




Tras la harina consumada de los días indelebles, el desvarío líquido
de las celosías, el tabanco con sus murciélagos inextinguibles: allí, los viejos
días como una vena abierta colgada de los mástiles.
A menudo es locura el despojo de los recuerdos, esa neblina, de pronto
miserable en los sentidos.
Con toda la herrumbre en la almohada, no existe moneda que evite la tortura,
ni atrios para levantar nuevas efigies…
Barataria, 02.XI.2015

martes, 10 de noviembre de 2015

CÁLIDA ESCRITURA

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CÁLIDA ESCRITURA




Frente al poyetón de luz, la tinta impura en su remanso. Casi brasa la caligrafía
y piedra el ave en la lengua insomne de la medianoche.
Sube la antorcha de la posta por la escalera de sed de la memoria: nómada,
después, el aliento y el desvarío de la escritura sobre el cuaderno amarillo
del otoño. Desde el pecho reconstruyo la epidermis del incienso…
Barataria, 31.X.2015

domingo, 8 de noviembre de 2015

ITINERARIO DE LLUVIA

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ITINERARIO DE LLUVIA




El calendario del frenesí en el pecho negro de la tierra, los trenes del ahogo
sobre el lecho nómada de la lluvia: zarpan las habitaciones y desaparecen
en el vendaval de los crímenes; nos entregamos, día a día, a ese fantasma
que merodea los calcañales. Todo es opulento en las sombras.
Jamás ha sido otra cosa el amor, desde la infancia nos quema su germen
de maleza y guerra y purulencia endémica.
(Esta es la cara que vemos todos los días al amanecer), el rostro del nuevo
tiempo: nadie es inmune o está ileso al nudo que nos aprieta.
Transitan en la impunidad como cuerpos inasibles, juegan a no sé qué rotación
de ventanas, hacen del calendario una telaraña permanente de nostalgia.
En los andenes nos ahoga el estrépito de la pólvora.
Nos ahogan las partidas permanentes, el pez descolorido de las palabras.
El en iceberg de la deriva, qué olvidos tienen categoría de insomnio
y de qué letra viva los ángulos de la pena.
Dé qué vida entera estos itinerarios atroces de la borrasca y la mendicidad.
—Ante el espejismo se anclan los ahogos en el brasero de la desazón y hasta
en el paraguas de mugre persistente en el rostro:  el verdugo de destinos,
siempre espera la hora cero para tocar el fin de mundo de la ceniza
o las armaduras. (Cuando cambien de dueño las monedas, desvelaremos
las incoherencias del grafiti, o esos otros platos amarillos donde desnudo
mis dientes hasta el punto de los jirones de la lluvia: supongo que con trenes
indelebles, la noche es indómita. Lo es también el abanico del pájaro
en la oscuridad doméstica de mis miedos.)
Barataria, 2015

viernes, 6 de noviembre de 2015

DUDOSOS EMBARCADEROS

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DUDOSOS EMBARCADEROS




En medio de la lluvia el cuello incesante de los letargos, la madera ebria
de los puertos, húmeda de sombreros y despojos.
Uno siempre duda de los azacuanes o las gaviotas, del pijuyo, o los zopilotes,
del mal de ojo, del prójimo y del ciego que nunca ríe durante el mediodía.
Semejante al trasmallo este tiempo de pronto en la conciencia.
En lo alto de las mañanas las moscas ebrias hasta palidecer en el aliento.
Existen hoy, tantos embarcaderos como persianas moribundas al ras del tatuaje
que emerge de las antorchas fatídicas del grafiti.
Con todo, hay que continuar con los escombros en la garganta, con el nudo
de la maleza, sitiados por el húmedo paisaje de lo desconocido.
Aunque las puertas se abran, la fuerza de los prostíbulos y la nostalgia
es grande: la soledad que quema el hambre, el hollín perenne al filo de la noche,
los juegos incontables del crimen,
la cobija del calendario amortajada en la legua, o el sonambulismo que muerde
por instantes los calcañales, o el aliento de oscura carne, insondable y mísero.
Siempre sueño con ese territorio de neblina que propician los muelles:
Crece, aquí, ese destino de días inciertos. Algunas plegarias azuzan las duras espinas 
de la tempestad, los pies sobre jirones de sombras carcomidas.
Existen implacables osamentas en la lejanía.
¿Dónde una linterna sin lascivia, una luz fluida y sin intervalos? —Me desborda
toda la brasa de la oscuridad, el pájaro insomne en el ardor de los costados.
Uno, sin embardo, acaba por hundirse en estos embarcaderos.
En la periferia del mundo, la orgía de la muerte y su tormenta de hiena…
Barataria, 2015

miércoles, 4 de noviembre de 2015

HABITANTE DE LA DERIVA

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HABITANTE DE LA DERIVA




Ante las estaciones uno está a merced del viento, es decir, a la desorientación
en este infierno entre tempestad y torbellino: uno muere justo cuando la lengua
deja de obstinarse a la boca; allí, en el cántaro que sobrepuja en el lodo,
la voz descuajada y la gota de salmuera donde palidece el tránsito.
Nunca son necesarias las despedidas cuando falta luz a la región del alma.
Cae la podredumbre errante de los tejados,
las noticias incoherentes en el desayuno de los políticos, la artificialidad cuando 
se habla del hijo pródigo, o de la semilla buena o mala.
Lo menos incoherente entre las libélulas es la ceniza; otros, se rasgan vestidura
y conciencia, hasta el punto de inventar razones. (De pronto hasta los aleluyas
son imposibles para cantar desde la seducción de sus ataúdes.)
Unos, no le encontramos rumbo a los repartidores de semita y melcochas;
a otros, apenas les alcanza el barniz consumado en las tapiales, o muros.
Con suerte, son visibles las últimas tormentas del año: la carroña que habita
los sueños, los osarios anudados a la arcilla,
las aguas carcomidas a la altura de la barba, esta suerte de sombra y orilla.
Sobre el pedestal del insomnio, no existe invernadero de luciérnagas,
ni claridad, ni rumbo: los gemidos aletean en cualquier dirección, también,
la pulsación de ciertos pájaros, —pájaros ahogados en los rieles del humo—,
los caballos sumidos del aliento. La espuma cuyo río se evapora.
Justamente el sollozo nos hace huéspedes o jinetes de sordas ciénagas.
Barataria, 2015