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viernes, 6 de noviembre de 2015

DUDOSOS EMBARCADEROS

Imagen cogida de gonzalezserna.wordpress.com




DUDOSOS EMBARCADEROS




En medio de la lluvia el cuello incesante de los letargos, la madera ebria
de los puertos, húmeda de sombreros y despojos.
Uno siempre duda de los azacuanes o las gaviotas, del pijuyo, o los zopilotes,
del mal de ojo, del prójimo y del ciego que nunca ríe durante el mediodía.
Semejante al trasmallo este tiempo de pronto en la conciencia.
En lo alto de las mañanas las moscas ebrias hasta palidecer en el aliento.
Existen hoy, tantos embarcaderos como persianas moribundas al ras del tatuaje
que emerge de las antorchas fatídicas del grafiti.
Con todo, hay que continuar con los escombros en la garganta, con el nudo
de la maleza, sitiados por el húmedo paisaje de lo desconocido.
Aunque las puertas se abran, la fuerza de los prostíbulos y la nostalgia
es grande: la soledad que quema el hambre, el hollín perenne al filo de la noche,
los juegos incontables del crimen,
la cobija del calendario amortajada en la legua, o el sonambulismo que muerde
por instantes los calcañales, o el aliento de oscura carne, insondable y mísero.
Siempre sueño con ese territorio de neblina que propician los muelles:
Crece, aquí, ese destino de días inciertos. Algunas plegarias azuzan las duras espinas 
de la tempestad, los pies sobre jirones de sombras carcomidas.
Existen implacables osamentas en la lejanía.
¿Dónde una linterna sin lascivia, una luz fluida y sin intervalos? —Me desborda
toda la brasa de la oscuridad, el pájaro insomne en el ardor de los costados.
Uno, sin embardo, acaba por hundirse en estos embarcaderos.
En la periferia del mundo, la orgía de la muerte y su tormenta de hiena…
Barataria, 2015

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