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domingo, 3 de mayo de 2015

HUMO DE FUEGO

Imagen cogida de la red




HUMO DE FUEGO




Me duele la herida del país, esos otros ojos de las ventanas cerradas, la bestia
que nos silba entre los huesos, la respiración toda que se lleva en los hombros.
Nos mece la fiesta macabra de las sienes rotas por el humo.
Se funde el pecho con el tronco del árbol mutilado.
Cada golpe es inextinguible en la aurora del calendario: nos calcina esta carroza
fúnebre hundida en el aliento.
Algo se perdió en el espectro de los jardines. (Larga exhortación de los astringentes, en esa hondonada del paraíso traicionado. Algo pasó en la sombra del cisne sin pretexto alguno.
En el aullido de los candiles, la súplica en la sombra del entendimiento.)
Nos duele el humo del fuego en el pecho; el hollín del tabanco golpeándonos
el tórax, junto a todos los abandonos que propicia el llanto.
En el círculo de las calles, la lluvia deja caer sus tibios labios de moribundo.
En la falsa liturgia de los escapularios, nos persuade la lujuria del fuego
y sus huestes pestilentes de ceniza. Y su lepra de terror y caos.
En el desierto de la conciencia, nadie se salva del estertor de los cuchillos.
Nadie entonces, es inmune al consumo de estos relojes hostiles de la insania.
Crece en los sueños como una bestia: en la sífilis del espejo roto,
unas pocas monedas determinan la muerte.
¿Cómo acabar con todos estos demonios que supuran? —Me quedo aquí,
en la confusión y ambigüedad de los horarios. Releo el almanaque del terror.
Barataria, 26.IV.2015

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