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sábado, 7 de marzo de 2015

APRENDIZ DE LA NOCHE

Imagen cogida de la red




APRENDIZ DE LA NOCHE




Me sumerjo en lo inimaginable de la noche, en su laberinto inverosímil.
En el reloj, el velamen de los transeúntes, las distintas lejanías que tiene
el enigma, la mirada sobre el ojal de la nostalgia.
En el cordaje de las mochetas, el léxico plural de la hipotenusa y su iris disecado 
de huesos. Y su herida de pecho ciego.
Bajo el escombro roto de los párpados, el plomo de la muerte en su pedestal.
De pie, las ramas del invierno y su infancia de imágenes en la bruma.
Soy aprendiz de pájaros nocturnos, sangra el puñado de gritos, muerde
la vigilia todos los caminos devorados.
Todas las aguas me perturban; no  duerme el aliento de la noche ni su feroz
palidez de mueca, ni su espejo sin fecha, ni su perfume cerrado.
En el fondo siempre es así: zurce la soledad el eco del alfabeto colgado
del almanaque, el poste negro de los mingitorios y el hambre,
el fermento vencido de la claridad.
Siempre soy aprendiz de estos materiales.
Entre las estanterías del vértigo, las baratijas colgando de las azoteas.
Odio las calles envejecidas. Y la noche del atraco y los barcos y trenes de lejos.
En el regazo húmedo de mi memoria, el perenne azogue de los sueños:
el pleno vuelo y el costal de las defunciones. La señal diaria del pecado y su consorte, 
el cuchillo de la noche y su dentadura de alfabeto…
Barataria, 21.II.2015

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