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martes, 17 de junio de 2014

MEMORIA DEL INSTANTE

Imagen cogida de la red




MEMORIA DEL INSTANTE




“Como los perros, siento necesidad de infinito… ¡Y no puedo, no puedo satisfacer esta necesidad! Soy hijo del hombre y de la mujer, según me han dicho. Me sorprende… ¡creía ser más! Por lo demás, ¿qué importa de dónde vengo? Si hubiera dependido de mi voluntad, habría preferido ser el hijo de la hembra del tiburón, cuyo apetito es amigo de las tempestades, y del tigre de reconocida crueldad: no seré tan malvado.”
Conde de Lautréamont.




¡Cuánta luz en el ahogo de los días salpicados por el invierno! (vos) como aquella respuesta a la indagación de mis cansancios disuelta en el campo de concentración de mis recuerdos escapada del difícil nombre de los sueños incomprensible en el granito del desuso junto a mis manos el goterón de la renuncia la vida sin alas en el próximo viaje  salvo el fuego negro de las moscas y el demasiado frío en las palabras nunca es suficiente la elocuencia para mitigar los errores cada aullido se rompe en las piedras las noches inciertas en los hemisferios de las caricias en los alrededores del muro del grito  los colores desvanecidos del follaje la salmuera con su filo amargo como una jaula de telarañas oscuras se terminó el tiempo de los poros ahora bebemos los cuervos del desencanto la orfandad con su día de búhos en la mesa sin embargo los platos perversos del hambre los relojes colgados del hollín: todas las escaleras son lúgubres avanzo hacia la calle de lo oscuro hacia la roca con sus pliegues gastados  hacia el metal del viento desconocido entre cauces y despojos con muletas ¿por qué tantos poyetones con tizne y rescoldos? las horas desprenden habitaciones vacías nombres entonces quemados ilusorios nombres sin ojos entre orquídeas mimetizadas formas siniestras atravesando los anillos de la tinta el litoral del cenicero con sostenes de colillas ¿qué me hace diferente hoy a aquellos días simbólicos con lluvia con aire con muebles? no hay pasado sin que acaben los suspiros el frío interior como tantos crímenes alrededor de las alambradas del aliento no hay pasado sin manchas ni memoria amurallada de sombras: ah cuánto me resisto a ser siempre un ser proscrito una conciencia perturbada esa sed cotidiana en tierra extraña en la convulsión de las ventanas la ceniza asegura su propia tempestad la negación como lomo de elefante la harina mutilada del alba grita en la savia ciega de mi sangre ¿hasta dónde ararán los recuerdos esta tierra del despojo la sombra del asco y el duelo a mortajado de las palabras que se quedaron en la diadema del campanario? nunca se sabe el destino de lo efímero ni qué buitres levantarán su epopeya (vos) Ítaca desvanecida de mis semillas en medio del alud de mi silencio ¿quién me puede explicar la tormenta coagulada del calendario todos los intentos de la felicidad ahora fragmentos alfileres de miserable tumba? de pronto hay tanta melancolía en los ojos y techos arrugados preguntando por el sol todo baja al fondo del arroyo del pavor: calles por cierto de famélica esperanza es como si de pronto toda la herrumbre hubiese madurado sus racimos de piel herida (yo ya sabía del abandono y su noche prenatal de crecimiento de la zarza inclinada desafiando al pecho sabía del trueno que horada sienes y costillas conocía el disimulo y sus pródigas meretrices siempre sucede que nos azota el circo y su viento de vejigas infladas todo acaba oscurecido miserable en las tripas del hollín en la lluvia obscena que desemboca en los ijares) hay tanto que decir frente a los dilemas del tiempo: braman tantos nombres metidos en la cabeza que prefiero alejarme del yagual de la vejación retirarme del designio de los antros y proceder a inventariar todos mis defectos: la lluvia lava mis pies indefinidamente aunque no soy amigo de ciertas tiránicas vehemencias después de todo ningún cuerpo es ingenuo cada cual lleva encerrados sus ahogos…
Barataria, 09.VI.2014  

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