Imagen de César Ramírez Caralvá
AMOR MÍO
Amor mío, nos duelen los nombres
y la tinta negra de los libros, las noches
con su alambrada de gritos, las
leyendas ocultas en las rendijas del sueño.
En medio de la zozobra hemos
lamido el falo póstumo de los cadáveres:
Sé que es absurdo, pero todo en
esta vida es absurdo;
hemos masticado trocitos de
dientes (y saben a arenillas disueltas),
en el fuego tratamos de purificar
todos los demonios;
en la casa del vecino, algún niño
juega a los platos vacíos, tal las manos
nuestras, despojadas de lluvia y
aliemnto.
El tiempo se nos acaba y sabemos
que no hay remedio alguno, para seguir
gritando frente a los corredores
de la muerte, (en la cruz, los
prostíbulos,
las palabras saben a sanguaza, a olores absurdos, a tiempo
descompuesto.)
Amor mío, es triste escuchar el
aullido cavernoso de los perros a la distancia;
y no entender que nuestra piel
fría,
es esa otra letra muerta, la
sombra dentro de la telaraña de las esquinas
que titubea ante el despojo de la
historia (los miedos, a menudo,
son esa trama que está dentro de nosotros cuyo reino nos persigue
como un crimen horrendo: el destino, entonces, no se eleva como
ángeles.)
Barataria, 02.IV.2014