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sábado, 23 de marzo de 2013

ATAÚDES

Imagen cogida de la red




ATAÚDES




Todo es andar a ciegas, en la
fatiga del silencio, cuando ya nada nace…
EFRAÍN HUERTA




(se me fueron formando como largos cipreses destinados al crepúsculo clavados en las pestañas del invierno salpicados de destripadas hélices agrietados como los hemisferios de la zozobra: de un tren a otro los ojos depilados de las palabras el hoy mañana colgado del humo incierto de mis colillas pía cada día mi hambre por la madera en este otoño por cierto que corre a pasos vertiginosos con un tardío colofón de epitafios ¿calla el labio del mediodía en su resquicio convocado en la sentida carne que desfonda su brillo? ¿calla la escarcha concreta que se disputa mi osamenta el ansia corporal que también se va con el viento? es tiempo —me digo a manera de testamento— de escuchar y escucharme  de hablarle a la lluvia mientras el agua corre  en el borde la piedra de la oscuridad (no la quietud que alcanza su apogeo entre respiración y herida consagrada la calle de los muertos bajando la escalinata el desajuste consumado de las dudas: morir y dormir callar sin la orientación del viento insondable el beso que una vez balbuceó en el monodiálogo de las posibilidades) la sombra sabe cuándo las ojeras cobran su factura la mirada desnuda u obediente  la estrecha claridad alrededor del altar mayor de la destrucción que no distingue el filo (porque da igual el del bisturí o el de un hacha el flujo de la memoria y el espejismo el litoral final en la concavidad de las manos) tanto asedio dicta ahora su herencia: aspiro en los vacíos de las paradojas ¿alcanza algún pronombre para el olvido? acaba mi tiempo en el sonambulismo de las ventanas —en ese espacio dispuesto sin atriles al borde del piso de ayer  junto al azar callado del pedestal del pañuelo —debo leer la posibilidad de los cirios e inquirir en su repertorio de asfixia la marchita flor apenas visible en el olor nauseabundo del nudo que rompe la sinestesia o calla en la salobre ala del patetismo  (en alguna escena  las manos inescrutables del reloj las agujas del alba abandonadas en el cuerpo imperioso de la noche) hay faroles oscilantes en los ecos largo desfile de ataúdes convertidos en íntimos mástiles dentro del puerto de la madera sin embargo descansan las campanas acodadas sobre la flauta muda de la lengua en lo profundo del estremecimiento el cuerpo sólo anhela la túnica ceñida al cuerpo: atrás la hierbabuena y el cilantro la pimienta errátil del aliento atrás la posdata del ala el libro de las urgencias o el río al límite de lo oscuro —hoy es mi turno para sosegar los peces de la locura y vivir la noche adentro y que acabe el cansancio del minuto (entre la niebla y la lluvia se despeñan las húmedas cornisas el desuello del espíritu) quedan atrás las callosidades del calendario los ojos que una vez acumularon cuerpos las manos que limpiaron la miseria (aquí sin embargo fluye lo inmóvil) ¿puedo esperar otra luz cuando la tierra es definitiva? ¿puedo sentarme a la diestra sin apagar los candelabros sin dejar de saber del final ciego? ante el cuerpo sabe el pulso de la libertad)…

Barataria, 21.III.2013


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