Imagen cogida de la red
ATAÚDES
Todo
es andar a ciegas, en la
fatiga
del silencio, cuando ya nada nace…
EFRAÍN
HUERTA
(se me
fueron formando como largos cipreses destinados al crepúsculo clavados en las
pestañas del invierno salpicados de destripadas hélices agrietados como los
hemisferios de la zozobra: de un tren a otro los ojos depilados de las palabras
el hoy mañana colgado del humo incierto de mis colillas pía cada día mi hambre
por la madera en este otoño por cierto que corre a pasos vertiginosos con un
tardío colofón de epitafios ¿calla el labio del mediodía en su resquicio
convocado en la sentida carne que desfonda su brillo? ¿calla la escarcha
concreta que se disputa mi osamenta el ansia corporal que también se va con el
viento? —es tiempo —me digo a manera de testamento— de
escuchar y escucharme de hablarle a la
lluvia mientras el agua corre en el
borde la piedra de la oscuridad (no la
quietud que alcanza su apogeo entre respiración y herida consagrada la calle de
los muertos bajando la escalinata el desajuste consumado de las dudas: morir y
dormir callar sin la orientación del viento insondable el beso que una vez
balbuceó en el monodiálogo de las posibilidades) la sombra sabe cuándo las
ojeras cobran su factura la mirada desnuda u obediente la estrecha claridad alrededor del altar
mayor de la destrucción que no distingue el filo (porque da igual el del bisturí o el de un hacha el flujo de la memoria
y el espejismo el litoral final en la concavidad de las manos) tanto asedio
dicta ahora su herencia: aspiro en los vacíos de las paradojas ¿alcanza algún
pronombre para el olvido? acaba mi tiempo en el sonambulismo de las ventanas
—en ese espacio dispuesto sin atriles al borde del piso de ayer junto al azar callado del pedestal del
pañuelo —debo leer la posibilidad de los cirios e inquirir en su repertorio de
asfixia la marchita flor apenas visible en el olor nauseabundo del nudo que
rompe la sinestesia o calla en la salobre ala del patetismo (en
alguna escena las manos inescrutables
del reloj las agujas del alba abandonadas en el cuerpo imperioso de la noche)
hay faroles oscilantes en los ecos largo desfile de ataúdes convertidos en
íntimos mástiles dentro del puerto de la madera sin embargo descansan las
campanas acodadas sobre la flauta muda de la lengua en lo profundo del
estremecimiento el cuerpo sólo anhela la túnica ceñida al cuerpo: atrás la
hierbabuena y el cilantro la pimienta errátil del aliento atrás la posdata del
ala el libro de las urgencias o el río al límite de lo oscuro —hoy es mi turno
para sosegar los peces de la locura y vivir la noche adentro y que acabe el
cansancio del minuto (entre la niebla y
la lluvia se despeñan las húmedas cornisas el desuello del espíritu) quedan
atrás las callosidades del calendario los ojos que una vez acumularon cuerpos
las manos que limpiaron la miseria (aquí
sin embargo fluye lo inmóvil) ¿puedo esperar otra luz cuando la tierra es
definitiva? ¿puedo sentarme a la diestra sin apagar los candelabros sin dejar
de saber del final ciego? ante el cuerpo sabe el pulso de la libertad)…
Barataria, 21.III.2013
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