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sábado, 16 de febrero de 2013

SEÑUELO

Imagen cogida de sentilapesca




SEÑUELO




No fue coartada el traspié en medio del rastro del paisaje,
sino el simple señuelo para olvidar otras aguas, el filo que mordía
desde su propia concavidad;
no fue la íntima almohada que llamaba al vuelo, sino la opacidad de  otras
nostalgias de tiempos idos, pero latentes en los espacios inverosímiles
de la conciencia: sin duda me rehúso y resisto a las explicaciones de la ráfaga,
y a aquel nombre de alcoba furibunda.
—Sabiendo que fue trampa todo lo menesteroso, me reprendo
de haber sido sólo señuelo,
de un vuelo de imantaciones desproporcionadas, espectáculo de tacones,
en tobillos de una mudanza permanente.

Mientras repaso el trajín del aliento, concluyo que los pañuelos limpios,
a menudo, guardan en su interior escombros y enredos góticos.

(Entonces, en toda danza, uno termina por descubrir los afeites.)

(Cuando de nuevo, el día resurja, habré lavado la ropa sucia en casa. Blanco lo negro, verde el oleaje, de rodillas el paraguas: es fácil, después de todo, ver el alumbramiento de las dentelladas, oler la lectura de los contrarios, y hasta morder la circuncisión de la historia junto al zumbido interrumpus de aprendiz de tango. Al recoger la alfombra del espantapájaros, se libera el espinazo del ahogo de todos los olorcillos desenfrenados de la ignominia. Un cadáver siempre se fermenta en el estiércol.)

Barataria, febrero de 2013



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