Imagen tomada de la red
DESAFIO A LA RAZÓN
En la mirilla del dolor, uno se
percata que la noche es fría,
tan fría que sólo es posible el
azar.
Después de bregar en el júbilo
sangran las colillas
en medio de los dedos;
en la niebla irreal de las
estatuas,
yace una gravedad de grises que
luego desvela el alma.
Si cada promesa es una semilla, ya
no respirarán los invernaderos.
Si a cada incandescencia le
ponemos brida,
de seguro habrá menos ceniza y
mausoleos.
Si a cada ternura un candil, es
probable que la sed
se convierta en guijarros o en
obscena lápida alrededor de los huesos.
Barataria, 07.XI.2012
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