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domingo, 10 de junio de 2012

TRASIEGO EN EL VACÍO


Nos movemos por ese afán instintivo de salvarnos de la diatriba del carnaval
 que engulle con cierto surrealismo la prolongación del precipicio donde
 los ataúdes gozan de patentes, igual que los pocillos que sirven para beber
 el café de la planicie y no el de altura, destinado a las manufacturas de la adrenalina.
Imagen tomada de la página virtual/Museo-Exposición del vino El Trasiego.




TRASIEGO EN EL VACÍO




En lo irrespirable, lentamente, caemos en el vacío con esos voltios de tormenta y apio. Los sueños se nos van en la metáfora rota del cartílago, la elocuencia sospechada del paredón en la mortaja innombrada que producen los insecticidas: a veces da los misma mirar la altura o la profundidad, con la equidistancia del paracaídas, con la noche socavando el relieve de las glorietas, con la parva de epítetos sin la necesaria dialéctica del trasmundo de las compuertas. Nos movemos por ese afán instintivo de salvarnos de la diatriba del carnaval que engulle con cierto surrealismo la prolongación del precipicio donde los ataúdes gozan de patentes, igual que los pocillos que sirven para beber el café de la planicie y no el de altura, destinado a las manufacturas de la adrenalina. Nos pasamos la vida trasegando el aliento, construyendo camas de polietileno, creyendo en el tránsito de mosca a pájaro; en las zonas del subconsciente, nos arremete Freud o Pigmaleón, luego nos llenamos de miserables fantasmas, de pequeñas larvas emasculadas. (¿Cuánto hemos pasado en este viejo trance, durmiendo en la comuna de los cartones, o en la alcoba capitalista del abandono? La suerte está echada: jamás hubo paraísos, salvo en los predios del santo patrono: cada vez inhalamos los desperdicios de la historia y el repentismo de los zapatos que huyen o buscan guarida en los campos de batalla.) En el cenicero, la campana y las calles y las colillas y los calcetines rotos…

Barataria, 10.VI.2012

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