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lunes, 16 de abril de 2012

CUERPO BAJO LA MIRADA DEL SUICIDA


¿En qué otras latitudes somos menos vulnerables? ¿Dónde cavar para guarecernos
del toque de queda de la ausencia de brazos tendidos en el pecho?
No entiendo este pedestal de piedra colosal que nos amarra.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





CUERPO BAJO LA MIRADA DEL SUICIDA




Entre la voz sórdida del antro y el canto del cuervo, el búho y la telaraña, el sarampión quejoso de la noche, los promontorios de sal en la habitación mojada del letargo: barbas de plomo con sonidos de paredes, fúnebres nazarenos, inmóviles en el azogue, ambiguos espejos los cuerpos en la varia tonalidad de la penumbra. Al fondo de la flor amarilla de los labios, el arcaísmo de las pupilas herrumbrosas, el aleteo a punto del estrépito: el sin fin de la pupila ante la mirada del verdugo. (De pronto me doy cuenta que no hay ríos en las acequias celestiales, ni tranquilos arcanos, sino brumas del tamaño del sonambulismo. Soy consciente de esta materialidad en el aliento, del jardín que va muriendo en cada parpadeo, sin ser diferente a la sombra o al abismo; después de todo, nos arrinconan las extravagancias del mundo, nos lían con su hermosura ficticia, nos pierde este desbocado viento de la luz.) ¿En qué otras latitudes somos menos vulnerables? ¿Dónde cavar para guarecernos del toque de queda de la ausencia de brazos tendidos en el pecho? No entiendo este pedestal de piedra colosal que nos amarra. —Vos y yo—alguna vez, dormidos en la sombra de la muerte podamos entenderlo, deshecha la bruma, fundada la victoria del despojo en la bodega de los muelles.

Barataria, 16.IV.2012

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