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domingo, 25 de marzo de 2012

MADERA DEL ESCRIBA


A menudo las palabras surgen con la imperiosa necesidad de explicar el mundo:
yo aún sigo retorciendo los pensamientos, como el trapo
que hay que exprimir para usarse seco, limpio en el cuerpo.





MADERA DEL ESCRIBA




La palabra de nuevo, el silogismo del árbol en el calendario: me instalo en el tronco del diccionario, mientras la escritura prolonga su aliento. En cada página la caligrafía hace lo suyo, al séptimo día las puertas están abiertas, y la madera como una argamasa donde el espejo delata su equilibro. Me obsesiona el poema que están en la antesala de los párpados, el que va tomando conciencia tras el parpadeo; todo cuanto esta alrededor desnuda mis cartílagos, la vena yugular del alfabeto. Me encantan las teorías urbanas para eliminar la pobreza, tanto las elaboradas por el Fondo Monetario, como por los políticos criollos, que saben deshuesar los cementerios con todo ese bagaje de osamentas. Me sorprenden las altas dentaduras de los pájaros, también contar el silabario de esa sábana negra de la noche, vista desde la ventana donde la tinta ha hecho una penosa escritura: el grafiti, después de todo, es otro espejo inundado de muletas, conciencia de que el lenguaje también se pudre en las cloacas de algunas almas. A menudo las palabras surgen con la imperiosa necesidad de explicar el mundo: yo aún sigo retorciendo los pensamientos, como el trapo que hay que exprimir para usarse seco, limpio en el cuerpo. Al parecer, haré un poema con esas interminables cicatrices del estiaje, sin vos, antes que desfondés la vasija de mi pecho, en la contracalle de las espigas…

Barataria, 25.III.2012

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