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viernes, 3 de febrero de 2012

RETRATO DE LA ABSTRACCIÓN


En el timbal de las fotografías siempre encuentro dilemas:
hasta cuándo, el ala destruida, el agua al cuello, los labios sin boca,
el aire como un tronco hueco en la garganta.





RETRATO DE LA ABSTRACCIÓN




Muriérame, sí, pero no antes
de saber qué me anuncia este desasosiego,…
ANA ROSSETTI




¿Qué crujir de dientes debo suponer cada vez que la memoria,
en su afán de alacena, me trae bocas y retratos de otro tiempo
con hormigas, de ciertos utensilios, de pronto inasibles?
Aquí te odio con el amor y la tristeza que me dan los pañuelos
cuando vaticinan ríos, cuando la voz se rompe,
como los trastos de porcelana en los colmillos, como el foso devorado
por la noche junto al aliento que entreabre la boca.
Te odio con todo el deslumbramiento que la luz produce:
en cada centímetro la piel del sueño,
la sombra amarrada sobre la piedra de la ceguera, el devaneo
vertical de las palabras en el paladar masticado de la pena.

Porque tanta miseria en la mesa, hace que perdamos la Esperanza,
porque tanto escalofrío castra la paciencia, vacía el cuándo;
porque te amo, odio el grifo de la distancia,
los pedazos de tiempo en los zapatos, el balanceo del zumbido,
el hilo sofocado de la telaraña en el plato, la jaula del circo.
(De tanto amarte te odio. De tanto odiarte te amo.)
En el timbal de las fotografías siempre encuentro dilemas:
hasta cuándo, el ala destruida, el agua al cuello, los labios sin boca,
el aire como un tronco hueco en la garganta.
(De tanto amarte te odio. De tanto odiarte te amo.)

A medianoche los bultos expuestos a la intemperie, sin semáforos
el abismo en la sangre, la pequeñez del mundo en la hibernación
de la modorra, consciente de la somnolencia que producen
las palabras en los aleros atrapados del lamido.
Una y otra vez el bostezo en los alfileres del zancudo que pulula
alrededor del taburete de la respiración;
fruto del espejo la combustión del pensamiento, el remo arqueado
de la madrugada, el tacto con su vieja memoria de poros.

(De tanto amarte te odio. De tanto odiarte te amo.)

Jamás hemos podido ser, sino en la unidad de la noche,
sobre la piedra, la flor; junto al resplandor, el hierro del relámpago,
en el aliento, la carne de los muertos,
el arado sin descanso de las sombras, la destrucción de la saliva,
los poros marcados por la pesadez del látigo. Hoy, todo es abstracción:
al cabo así duermen los párpados, el pájaro separado del nido,
las cataratas con aguas de súplica y resignación.
En la trama del dolor, te odio y te amo.
En las ramas ciegas del pálpito te amo, es decir, te odio.
Amarte y odiarte sólo tiene límites inefables, memoria e historia,
cóncava ficción de horizontes, sumados a la caligrafía
de los muros, al epitafio que corta la comedia y el hilo umbilical,
al signo del nosotros invertido del alba…

Barataria, 26.I.2012

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