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domingo, 25 de diciembre de 2011

FUSIÓN DE PUPILAS


Para vivir más en el castillo de la luz de tus pupilas,
la espina dorsal de la lengua con sus redobles, la puerta
en la mecedora de las luciérnagas, la noche sobre los hombros
del pan, al nivel del vaso de los senos donde se bebe el agua
quemante de las axilas, las unas clavadas en el arpa del ombligo,...
Fotografía de André Cruchaga





FUSIÓN DE PUPILAS




Aquí están alineados
cada uno con su ofrenda
los huesos dueños de una historia secreta
JOSÉ EMILIO PACHECO




El ojo insoluble, petrificado en el taburete marítimo de las olas,
el animal que soy en el delirio de las sombras, pupilas de la raíz
al ras del suelo, la memoria quemante de la tormenta,
paraguas flotando en el pecho,
girasoles de hielo lamiendo las calles, este amor terrible de brasas
en plenos pájaros de sombrillas, a merced de estos ojos
que miran agónicos, silban en el azúcar sexual de los parpados;
vos me hablás con los ojos prohibidos de los relojes,
ponés las redes de tus manos en el umbral del candil donde apenas
veo el tabanco, la carrera del mapamundi del aroma,
misteriosos ojos en la efervescencia del cuerpo en las redes
de la saliva, ansias del algoritmo de las reincidencias.

A esta fusión, se entrega ahora la sed, los tentáculos firmes del orgasmo,
el registro de la sábana en los poros,
el humo del aire real en el nido donde se nutre la garganta de ahogos.
Para vivir más en el castillo de la luz de tus pupilas,
la espina dorsal de la lengua con sus redobles, la puerta
en la mecedora de las luciérnagas, la noche sobre los hombros
del pan, al nivel del vaso de los senos donde se bebe el agua
quemante de las axilas, las unas clavadas en el arpa del ombligo,
sin más respiración que el relámpago en el aliento,
dentro del pecho los ecos febriles de los molinos de viento,
la luna ahogada en el terciopelo del azúcar: me disemino en todo,
y es todo, por supuesto, el cuerpo en los dominios del velamen,
marcado por la fisonomía de los espejos, la palabra en todas las palabras
de la furia, este nombre tuyo girando en la isla del iris,
ardiente hechizo donde la sangre atraviesa las atarrayas de las pestañas,
esta realidad demasiado real del cuerpo.

Aquí todo y nada. La pirámide del atributo sobre la lanza,
el combate del hambre en la colmena del relámpago, la voz que toca
el riachuelo del torrente y supone oír melodías al borde de la piedra
donde el ave hurta los sueños de los tobillos, la calle robada de la felicidad,
encima del corpiño que vuela como una llama de anticipados
objetos, anillos que preceden a los poros hipnotizados:
flama y cuerpo avanzando en el árbol de la sed al estío del instinto,
lámpara al fin del calendario imposible de olvidar, amantes animados
que se reconocen en el agua, en la fruta fugaz de la ola,
en el aerosol del espectro de las hadas, en el alero petrificado
en el bosque con sus códigos de piel diurna.

En la carroza de las estrellas nos reconocemos, nos vemos de párpado
a párpado e interrogamos al mar, sin abandonar lo que significa
la fogata de la sed, el tumulto de entregas en cada parpadeo del mapa.

Salt Lake City, Utah, 25.XII.2011

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