En estos días cualquier vitrina parece luciérnaga antigua,
escombros a caso de un retrete sin sonidos,
de un luto que de pronto se ha convertido en semilla sorda,
amarillos horizontes de una memoria que se ha vuelto polvo, rostros
entonces parecidos a la nostalgia,
brazos que emigran a las losas y no a la humedad de las almohadas,...
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SOMNOLENCIA DE LA PIEDAD
Nunca ha sido la torpeza y la pesadez, amigas del vigía y mucho menos
de la piedad como prurito del buen samaritano.
Torpes gritos tiemblan en los semáforos, paradojas de los imanes
al punto de volverse tempestad cualquier cosa: es en vano pulular
desde las azoteas, invocar las contradicciones del pájaro condenado
a muerte, el mal de ojo de la noche
en la boca que el crepúsculo arrastra como una serpiente.
A fin de cuentas es como estar drogado en medio de las catástrofes:
matamos la lucidez por la exaltación
de ciertos maniquíes acostumbrados al cortejo del País,
al paraguas de la nube que golpea las sienes, animal desnudo
en el poyetón de la historia: aquí el tizne tiene la misma pesadez
de los ojos, los pies sin vida dentro del guacal de gelatina,
quebradas todas las certezas hasta que la propia sombra se vuelve
irrealidad , evidencia pesimista en las urbes del olvido.
No falta quien viva en el océano de los fantasmas.
En estos días cualquier vitrina parece luciérnaga antigua,
escombros a caso de un retrete sin sonidos,
de un luto que de pronto se ha convertido en semilla sorda,
amarillos horizontes de una memoria que se ha vuelto polvo, rostros
entonces parecidos a la nostalgia,
brazos que emigran a las losas y no a la humedad de las almohadas,
no a la certeza de puertas y ventanas, a la miseria que muerde
las ingles como el laberinto de la lengua en la herrumbre,
como el sueño que nunca es exacto entre cuchillos líquidos,
como las alacenas con kilómetros sin lámparas,
como las almas en un clima de verdades y mentiras, conciencias
sin tallos, ensimismadas en las paredes movedizas de los párpados.
¿Dónde está la piedad cuando se desafueran los brazos y las manos?
¿En qué chifurnia se nos ha metido
para ser sólo ardiente hojarasca, destino del ojo desgastado del apetito,
ansia secular de la vigilia, donde se perdieron los ascensores
de la moral, el alto relieve de la lluvia,
el libro de los aspirantes a ser pájaros, y no destino del confeti?
—(Debemos pensar en que todavía hay osamentas por recorrer:
nada es concluyente, después de todo, cuando se piensa que la vida
es una fuerza ensimismada, de espejos, gargantas y minotauros,
de multitudes deslumbradas por el anfiteatro de las fogatas.
Siempre ante la desnudez en los atrios, me viene a la mente
el misterio de las palabras, el precio que hay que pagar por cada
quemadura, los vacíos que van dejando las cucharas en el bote
de la agonía, la necesidad de jugar en el presente
con todos los objetos sagrados de la infancia, sin la zozobra a nuestra
espalda, atravesando el alma…)
Barataria, octubre de 2011
Siempre a acudo a ti, mis ojos aprenden.
ResponderEliminarUn abrazo
Marian
Me pasa lo mismo con tu poesía, querida poeta. Gran poesía la tuya como un manantial infinito.
ResponderEliminarUn abrazo agradecido.
André Cruchaga