A mano alzada la respiración de la boca en el espejo. Los estiajes
impacientes del propio yo huyendo del maremoto de la imagen,
esa otra imagen resbalando en las palabras, en las paredes transparentes
que la contienen. He conocido nombres apenas irreconocibles;
duele el aliento en el sonido difuminado, en aquel imposible,...
Imagen de André Cruchaga
PRESAGIO DEL ESPEJO
(…)todo cuadraba para mí: lo que impedía ser feliz
y qué era primero en el mundo: el huevo o la gallina.
GÜNTER GRASS
A mano alzada la respiración de la boca en el espejo. Los estiajes
impacientes del propio yo huyendo del maremoto de la imagen,
esa otra imagen resbalando en las palabras, en las paredes transparentes
que la contienen. He conocido nombres apenas irreconocibles;
duele el aliento en el sonido difuminado, en aquel imposible,
reiterada forma del camino, ambiguas nubes convertidas en estribos,
donde cualquier resplandor asfixia los sueños. En el grito,
también se da el aprendizaje de los espejismos, el ojo despierto
sobre la superficie lisa de la lágrima. En este caos, somos imagen
y semejanza del mundo, abandonados astilleros del pánico.
Algo nos traspasa hasta llegar al fondo del cansancio; hay nombres
y lugares cundidos de espinas, existen otras formas del pánico,
más aviesas que esta de mirarse al espejo con las vísceras mordidas
por el vértigo. Crecen las raíces clavadas en el presagio;
desciende la opacidad de las ruinas, —el yo con su creciente ceniza,
el dolor que indaga en la imagen de los pájaros, la descarga de la sed
a la orilla del polvo; mudez que de pronto, allí, se vuelve agua y estalla
hasta llegar al resplandor del tiempo. Nos movemos en el bosque
de los puntos suspensivos; ciegos infinitos del dolor de estar vivos
y andar y concluir en el estallido de los símbolos.
(Pienso que es otra manera de morder el anzuelo: morder las palabras
con nombres ilegibles; caminar sobre las escaleras de la lava;
y sin embargo, permanecer en la materia, fiados un instante
de la conciencia. No veo la salida para esta imagen atrapada en la lengua
menguada de los colores: de cierto, en el fondo, existen acantilados,
precipicios que expanden las inconsistencias del ser en la pantalla
del suplicio. Siempre me he anticipado a tantas noches,
a la voz infinita del río que me mira, sin que los caballos detengan
sus trotes amarillos, la breña colmada de manos tenebrosas.)
Cada vez se reduce la escapatoria del desvelo; cada vez el laberinto
desemboca en el aliento, sin que en los alrededores desaparezcan
los árboles del crepúsculo con aleros y cicatrices siniestros.
Alrededor de cada página pasan fortuitos incendios,
miedos convertidos en ansias, escapularios de aviesa feligresía.
Es difícil la inmunidad cuando alrededor palpitan las abejas,
cuando las enredaderas desordenan la armonía. Y sin embargo,
seguimos abiertos a este infinito de espejos subterráneos.
¿Habrá salida del ojo en la vigilia del armario, recurrentes fantasías,
puertas sin que nos toque la ficción o, en todo caso la ráfaga?
—Siempre las vísceras sobre el drama del asfalto,
el escenario donde el rostro sufre de continuos espasmos y delirios
de aquello que nos anticipa.
Ahora es inútil no reconocer la imagen en la herida que nos precede;
Es inútil respirar desde la noche del tejado…
Barataria, junio de 2011
Sin duda es la página el lugar donde imantamos, la sábana que arropa nuestro frío... ahí volcamos la esperma de la ausencia y nos hacemos proliferos.
ResponderEliminarHay razones de sobra para clamar el vértigo -André- en lo insaciable que resulta la escritura cuando el poema trata de las cicatrices y el asfalto. Y seguimos buscándole salida a los duelos, atardecer entre las calles de la incertidumbre... siempre -André-. Seguirte se me hace la mansedumbre del silencio. Acontecer en los aleros de tus versos es una manera de manifestar el apego.
Besos infinitos, feliz sábado.
Marina Centeno.
Presagio del tiempo, Marina: el discurrir de lo anterior y posterior, los pretéritos en la hierba de la memoria; la escritura de la bruma en la invasión sumergida de los cielos. Altos presagios, desveladosa espejos a veces con esparadrapos para aguantar los embates del tiempo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Igual, FELIZ SÁBADO DE JUNIO.
André Cruchaga
Así de amplia es la necesidad, así de extenso es el delirio en la escritura. Tener la certeza comiendo las orillas de las hojas caídas del poema. La humedad que se instala entre los párrafos cuando el Poeta -André- reproduce historias y duelos.
ResponderEliminarPor qué esta sensación se instala en el pecho al comer de tus versos lo descriptible y lo figurado, las imagenes que de pronto transfiguran el camino hasta hacer del cielo un hueco profundo y oscuro... y aún así la placidez, el coito del verbo trazando sus fluidos en mis dedos.... (sensaciones mías)
Las gracias para ti, Poeta.
Es junio, sí, de lluvia y humedades.
Marina Centeno.
Junio es para mí, decía un poeta de mi tierra, el mes de los muertos. Razones habrá tenido, sin duda, porque el poema se construye desde la propia existencia, desde la esencialidad de las cosas.La mía es una permanente búsqueda, sin brebajes, para salir del abismo; o, a lo mejor, en esa búsqueda, hunda más la muerte de mis ojos, la filigrana del espejismo. y hasta esta sombra de piedra donde se levanta el calendario.
ResponderEliminarGracias de nuevo, Marina, por tus palabras...
André Cruchaga
Porque tus sensaciones se ramifican en tus dedos -André- y crecen los árboles desde tu página, desde tu cuaderno. Y los andantes -lectores- nos detenemos bajo tu sombra, tal vez, a guarecernos de la lluvia, tal vez a tolerar el invierno, tal vez buscar el zumbido de las hojas o el murmullo incesante del tiempo... no sé, pero en la búsqueda hay rescoldos y ramajes de presagios.
ResponderEliminar...y sigue junio turbando a los barcos.
Marina Centeno,
Estimada Marina: De tanto caminar se hacen visibles los candados; el pubis arrancado de las campanas de junio, el subsuelo de las aguas sobre el azúcar visible de los puentes colgantes del alma. Presagios, mascullo, que un día no sé si tendrán la certidumbre del polvo en la hamaca de los párpados. ¡Vaya, cosas! El poema, las palabras, junio con sus legumbres sexuales; rumor de espejos en la conciencia.
ResponderEliminarUn agrazo y gracias.
André Cruchaga
Y sonrío, no sé si por complicidad o nerviosismo, o será que sonreir sea una afirmación al contenido figurado. Será junio el mes de los muertos -como dices y dijo un poeta de tu tierra- y serán nuestros muertos -André- aquellos que perdieron sus batallas y el suicidio fue la salida real a sus presagios. Sin duda, JUNIO Y SUS CEMENTERIOS, colgados están de nuestros parpados, y perdón -André- si hablo en plurar y te inscribo en mi lista de nostalgias, pero sabes que soy lectora de tus páginas y que cada poema tuyo es una sensación que a cuentagota revienta mis ventanas.
ResponderEliminarBesos, querido Poeta.
Marina Centeno.