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martes, 24 de mayo de 2011

ÚLTIMO PABILO


En los reductos del cieno, los últimos pabilos de la noche,
los candados, las calles palpitantes de hormigas,
la sangre girando en la oscuridad de las tumbas, las aguas negras
en la neblina del humo. Hay gritos como alambradas por doquier,
sustancias disfrazadas de sombrillas, imágenes etiquetadas...
Imagen de André Cruchaga





ÚLTIMO PABILO




…y una luna sulfúrica y tremenda
toda bañada en sangre.
LUIS PALÉS MATOS




En los reductos del cieno, los últimos pabilos de la noche,
los candados, las calles palpitantes de hormigas,
la sangre girando en la oscuridad de las tumbas, las aguas negras
en la neblina del humo. Hay gritos como alambradas por doquier,
 sustancias disfrazadas de sombrillas, imágenes etiquetadas
con esparadrapos, niños comiendo en el tiesto efímero del aire:
para algunos este día quizá sea el último, entre hilachas y desnudez,
vamos mordiendo las palabras, los anónimos suicidios del jengibre,
la memoria sobre la breña secreta de tanta oscuridad.
Es cierto, este es el último pabilo del calendario;
los otros fueron gastados en el frío, durante las mercancías
de cada absurdo, en los lugares más sórdidos donde el hombre
ha caminado, días, semanas, décadas. Ahora resulta que el delirio
contribuye al calentamiento global, cuando la madera humana,
es abatida por la polilla y la muerte no distingue entre inocentes
y culpables, entre desvelo e insomnio.

La crueldad ha llegado a su punto más álgido:
deshoras purulentas del barniz en la cara, no hay límites
para esta sustancia de la impunidad que arrecia con crueldad
de alfileres, zánganos que van dejando demacrado el sudor,
las vísceras, la lengua cortada hasta la garganta,
los brazos de la fiebre en su desorbitada moribundia;
hay días donde se gastan los ojos con tanta fábrica de muerte,
con tantas camisas sin cuerpo, con tantos vestidos sin cuerpo,
senos colgando del cansancio, hijos del escombro en obstinados
 vendavales de hojarasca. No hay un día que no nos sacudan
las semillas de la muerte, el silencio adolorido,
el viaje indecible del júbilo. Aún enfrente del espejo no somos inmunes:
una ráfaga puede romper nuestras arterias, ni con abstinencias
se puede contener el gemido, la piedra inconciliable de la noche
en el taburete de las ansias. Vivimos dentro de las aguas
inminentes del delito, el grito es el último pabilo para pedir auxilio
ante la muerte, anochecemos en el ahogo de cada mañana,
cada forma humana es sólo instrumento de la bestialidad de estos días.
(Lo cierto es que la calle se ha vuelto sonambulismo de espejos:
el delirio recorre las lecciones descarnadas del alfabeto;
la lucidez es un artículo innombrable que no se puede comprar
en ninguna market, en las abarrotería o en los frigoríficos.
Lo cierto es que cruzamos la canícula con un chorro de supersticiones,
el diente de ajo, la ruda en las encías, la sal en el ombligo,
el ojo de venado colgado de la puerta;
mientras todo sigue igual por más puertas abiertas de iglesias
cobrando el diezmo para la salvación eterna.
Y sin embargo, nos muerde la indiferencia, el río de la fe apesta a monedas,
 a solitarios horcones de ceniza.)

Barataria, mayo de 2011

4 comentarios:

  1. Estimado André: Es hermoso este poema torrencial, que denuncia, arremete contra esa realidad que está cayéndose a pedazos. Me ha gustado mucho su fluir incesante hacia el mundo, hacia la nada.
    Un abrazo fraterno

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  2. Gracias, amigo mío por tus palabras. Ojalá me mandes material para artepoetica-rostros y versos.

    Un abrazo,

    André Cruchaga

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  3. --"Y sin embargo, nos muerde la indiferencia, el río de la fe apesta a monedas,
    a solitarios horcones de ceniza."--

    De ahí la humanidad, querido Poeta, en su desequilibrio, en su lóbrego camino hacia las desdichas... cuánto sufre el mundo, cuánto llora y aún así, hay quienes se bañan en el oro de las aguas pútridas. La poesía -tu poesía- no es indiferente, André, sacude, hace temblar, remueve el cabello y a las palmeras... es precisamente el quehacer del poema: con-mover.

    Besos, querido Poeta.

    Marina Centeno

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  4. Me decía, Marina, un maestro de Escuela Normal(Formación Docente) que yo era un especie de cronista; y en efecto, creo que todo poeta lo es en cuanto plasma en su obra (poema)todas esas situaciones, fenómenos que aquejan a una sociedad. Desde luego cada quien lo hace de sus perspectivas y recursos. Te agradezco el comentario. Un abrazo,

    André Cruchaga

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