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viernes, 4 de marzo de 2011

MURMURACIÓN DEL POLVO


El polvo atisba el rumor de las aguas, aquí, donde la noche deja
su huella indeleble: la sombra llega hasta la rama alta
de los pensamientos, sombras que reducen las pupilas, el ojo delirante
sobre el lento sosiego de la garganta.



MURMURACIÓN DEL POLVO





Take me in and let me sleep
In the coolness of the shadow
In the silence of the deep…
THE ANIMALS





El polvo atisba el rumor de las aguas, aquí, donde la noche deja
su huella indeleble: la sombra llega hasta la rama alta
de los pensamientos, sombras que reducen las pupilas, el ojo delirante
sobre el lento sosiego de la garganta.
A menudo hay necesidad de callar: callar los fuegos sobre la piedra
adusta, callar la placidez que produce el engaño,
aunque al final sea compartida la complicidad, la brisa falsa del césped,
el hollín que corroe las sienes.
Aquí no puedo opacar el polvo —hay quien diga que son mejores estas
aguas revueltas— con la lluvia de la poca verdad que circula;
mientras camino entre bárbaros alientos,
la escoria salta como los adoquines horadados por el tiempo.
Así es de elemental el cuerpo petrificado en la escoria cotidiana.
Un silencio y porfía más oscuros que el polvo ronda con insistencia
en la conciencia, el pensamiento no alcanza a digerir los relámpagos
de la tozudez, el sentido de la ignorancia que pervive
como ciego escapulario;
—por desgracia así vivo los días: con muertos en mi boca, con gentes
que perdieron el escudo de la verdad y se arropan con la túnica oscura
de lobos en noches-días siniestros. En días vividos con engaño,
en días de miméticas estrellas, en hoscos cimientos de granito:
a mí me toca respirar en lo invisible para que no vean que respiro;
me toca en secreto taladrar el silencio, la claridad que al final
desmiente tanta oscuridad, el diario polvo que no deja mirar con lúcida
fogata, la sustancia callada de los sueños.
—Aún así respiro. Sé que la sombra de la mentira acecha, ebria,
invalida el asta, donde nadie o pocos suben, porque es más fácil
vivir con ojeras, a estar en pleno goce de la luz: muchos callan frente
al dintel de la puerta, frente al farol profundo del aroma;
callan y sonríen aunque sus ojos estén en medio del matorral,
son parte del azúcar de las falacias, de la magia erguida de la estatuas,
de tanta boca empapada de mentiras.
Entre obligados silencios y empirismo, a la verdad se le ponen muros
babélicos, acechanzas, colmillos…
(A menudo, acudo al monólogo, como expiación no de mis pecados,
sino como una manera de abrir acequias, sacudirme los empedrados
de la ceniza, olvidarme de los cascos nocturnos,
contener mi sangre sin dogmas, musitar el aire de los alelíes.)
Ante tanto polvo, sólo me toca huir con mis propios delirios:
la verdad siempre cuesta asimilarla: siempre hay alguien que se queda
empapado de oscuridad…

Barataria, 04.III.2011

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