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domingo, 13 de febrero de 2011

DESTINO DE LAS PALABRAS


Sólo en el estertor de cada palabra, descubro la desnudez y el destino
de la luz: reconozco la queja de la oscuridad
y el ojo avanzado del búho: los girasoles en el aliento,
el ojo que no duerme en el tapesco de la conciencia, el seno
que alguien puso en mi aliento como una menta de cristales.
Ilustración: pruébameblogger


DESTINO DE LAS PALABRAS




En mi te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,…
JOSÉ SARAMAGO




Sólo en el estertor de cada palabra, descubro la desnudez y el destino
de la luz: reconozco la queja de la oscuridad
y el ojo avanzado del búho: los girasoles en el aliento,
el ojo que no duerme en el tapesco de la conciencia, el seno
que alguien puso en mi aliento como una menta de cristales.
Dow Jones no cabe en los peces de las vocales ni en el saltamontes
de las consonantes; ellos avientan los pájaros a la noche
de los zancudos, a las cárcavas implacables de las sombras.
Quizá nos cueste entender este miedo en los muslos:
caminar de nuevo, sin tropezar con los huesos del musgo,
dormir en la inocencia de los sueños,
sin que nos asalten las hazañas de Frederick Charles Krueger,
o el límpido tabaco de los contrastes.
(Terminamos amaneciendo en las cornisas: en los renglones
oscuros de los vados, los trenes anclan sus vigas grises,
las sustancias de los alfileres, el sismo ígneo de cada sepia,
el amor que no sólo es de imanes, sino de raciocinio.
Cada crayola de los dedos lame las ventanas: pareciera
que las aguas impactaron en el alfabeto: en esa memoria sálmica
de tus solsticios, en la escalera de las diademas que reptan
del ombligo a tu pubis, y de ahí, al pan del calendario,
a esa procesión de hallazgos, cielo colmado de rastrojos.
En medio de lo sombrío, no sé si vamos cuesta arriba o cuesta
abajo: —vos lo sabés cuando tropezamos con las comitivas celestiales
de la degradación, con el rictus de la carcoma,
y hasta con los difuntos nuestros del sueño.
Ante tanto cuerpo pensante en mi País, sería bueno que vos y yo,
ya no pensemos, a fin de cuentas seríamos más felices:
fuera de la sábana estamos inseguros: el oleaje de los espejos
es implacable.)
Un día es todos los días con sus trenes desvencijados; la niebla
y las agujan nos obligan a cavar túneles,
a ser estiaje en el estiaje del ceño, sombra en la muerte sucesiva
de las ventanas, el contrapunto de la brasa en la hornilla.
—Quizá nunca sepamos el destino de las palabras y el nuestro:
en la garganta ya no cabe el cactus ni la niebla,
las rodillas dobladas de la res,
el silabario del acordeón enredado en el mantel engrudo,
los silencios mortales en el desvarío de los muros,
el invierno de la sangre en el aire sucio de las alcantarillas…

Barataria, 09.II.2011

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