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jueves, 21 de octubre de 2010

FOLIO INCONCLUSO EN EL VOLCÁN DE LA ESPIGA

Debo nacer para reconstruir mis manos. Debo quitarme el engrudo
De los ojos y limpiar los cascos de la almohada
Y suturar la lluvia de las sábanas. Y clavar una postal en la pared
Que dé al viento el color del arco iris.
El adobe muerde la piel de mis libros. Navega en cada ferretería...
imagen tomada de la red





FOLIO INCONCLUSO EN EL VOLCÁN DE LA ESPIGA




…en aquel momento se había ido tan lejos,
que era como si no existiese memoria de su nombre.
EUGENIO FLORIT




Debo nacer para reconstruir mis manos. Debo quitarme el engrudo
De los ojos y limpiar los cascos de la almohada
Y suturar la lluvia de las sábanas. Y clavar una postal en la pared
Que dé al viento el color del arco iris.
El adobe muerde la piel de mis libros. Navega en cada ferretería
De mis lapiceros, en la tinta de invierno de las fragancias no desveladas,
En el pan desnudo sobre la manta o servilleta.
Siempre ando disperso en el latido de las espigas: cada hoja es folio
Inconcluso en este postrero follaje de mis párpados.
(Dejo que la lluvia amarre mis cabellos con su silbido de boyero.)
Cuelgan los calcetines como una granada decrépita.
El reloj muerde la luna arrugada de la noche.
Invoco la carne parida de los burdeles: la sagrada carne del espejo
Sobre la geología de la herida.
Llevo días masticando el tabaco de la miseria. Días donde no hay
Memoria y es necesario comenzar de nuevo en la probeta del sonido,
En el arado del vocabulario, o en el féretro del abrojo.
Llevo días comiendo alones de mausoleos.
Labios machacados en la resina del badajo, sulfato de humus,
Bacilos de un acerbo espeluznante, anteojos sobre bacías de espuma.
Hongos donde Hera, aroma las estanterías del pecho.
(Dejo que tiemblen los neumáticos ahumados de las mercancías
Envueltos en las enredaderas de las moscas;
Dejo que el follaje me roce como un dardo de calurosa gacela.)

Pero no puedo sustraerme, ahí, de la rabia y la ponzoña. De la silla
De los barberos, del aguamanil debajo de la cama.
No dejo de pensar en las manos duras de las tumbas. En lo que fue
La coliflor de los cuchillos erizados,
En la alfombra de conejo del arco iris, en la lagartija subiendo al arca,
En el puente colgante de los bolsillos y las axilas.
La dicha está en el escapulario espeso de la leche, en la escalera
Del subibaja, en la mesa de centro del cielo, en el anillo de la cocina
Con el hocico violento del ocelote.
Junto a los dientes del calendario, sin duda, el combate del alma
Frente a la hipnosis; frente al sudor desparramado,
Esta locura de la voz colgada del fuego, —el hilo de fondo de Heráclito,
Pitágoras en el número irracional de la desnudez, (—Vos, allí,
En la vitrina pulmonar de lo sombrío, con un dejo de esoterismo
A ultranza, con un triángulo de mortaja genésica.)
Después de todo, debo juntar papel y lápiz para dejar escrito
El limón calcinado en las sienes, —ese papiro de territorio inconcluso.

Barataria, 19.XI.2010

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