Desparramado a lo largo de las aceras. Niños de Atocha, Satos Rosarios,
Ramos de flores domésticas, trompos, capiruchos, yoyos,
Hacinamientos en los mercados, la ciudad subiendo su caspa religiosa
Para volver a la inocencia, quitar los pecados,
Imagen tomada de la red
ESCENAS EN LA CALLE
A Pere Bessó
Demás están túnica y manto,
—Para bajar a los infiernos,…
FRANCISCO GAVIDIA
Uno ve hoy en día, ángeles y demonios en las calles. Lluvias como aserrín
Desparramado a lo largo de las aceras. Niños de Atocha, Satos Rosarios,
Ramos de flores domésticas, trompos, capiruchos, yoyos,
Hacinamientos en los mercados, la ciudad subiendo su caspa religiosa
Para volver a la inocencia, quitar los pecados,
Aunque el resto de la semana, a excepción de los domingos, se pierdan
Las normas de urbanidad, el amor al prójimo,
El auxilio al menesteroso.
Los domingos guardamos en una nevera la espuma del espejo,
Por aquello del escarnio y la imagen de uno en el vecindario.
Por un momento pensé que uno no envejecía tan pronto, pero resulta
Que estaba equivocado: uno envejece cargando el deudo de suciedades
Que otros tiran en la calle.
Por si fuera poco, repetimos las encíclicas como urracas.
Envejecemos con la cara desvivida de la respiración, añorando
Una mecedora para escuchar mejor el zumbido de las moscas.
En el signo de los tiempos presentes dejan de ser importantes las normas
De urbanidad, aunque la biblia se exhiba desde un balcón
Con gallardetes y los perros ladren al vecino que pasa o se acerca.
Desde las imágenes satelitales del Sistema meteorológico es posible
Ver el río que destruye el himen de los pétalos,
Los patios de las casas, los animales de corral, las huellas del Bicentenario
Con todo y sus dioses, semidioses y héroes.
Debo confesar que aquellos oficios antiguos ya no existen.
Ahora vivimos una época de gansterismo local. —Alguien nos dice
Que es parte del folclor nacional, como el día dedicado a las pupusas,
A las carreras de cinta, al jueves de ceniza con su confeti.
No es extraño, en pleno centro de San Salvador, caminar entre ríos
De espesa orina, polución de discursos, manicomio de semáforos,
Peleas callejeras o huir de un delincuente en una parada de buses.
Por eso uno no puede respirar con los ojos cerrados,
Ni gozar de las musas entre el paisaje de humo de las calles,
Ni peinarse con el espejito mágico de la virgen María.
Uno ve a niñas, todavía, dando chiche a bebés en las cunetas, junto
A la vecindad de las moscas, los canillitas, y los amigos de lo ajeno:
Constituyen escenas oscuras en la transparencia de los ojos, digo.
Aunque en realidad, nunca he encontrado fantasías plenas
En los escombros cotidianos de la ciudad por más que me esfuerce.
Algo de todo esto se lo lleva el viento o lo distribuye en la ciudad.
De hecho esta es parte de la felicidad que vivimos diariamente.
Ya para nosotros no es imposible vivir en medio del hampa. Es parte
De la luz inventada por nuestras alas. Es parte de la esencia transfigurada
Piedra fundacional del excremento de los estadistas,
Alta noche donde aprendemos el anonimato…
Barataria, 08.X.2010
Querido André:
ResponderEliminarCuánta verdad acontece en tu palabra, cuánto horizonte hecho pedazos, cuánta rabia contenida en las esquinas, mientras la esperanza se filtra por las alcantarillas... hay ciudades que sufren cambios y no precisamente evolutivos, pero, aún existen personas que añoran y arañan las nostalgias hasta hacer del poema una imagen nítida... Vaya, pues, para el Maestro Pere, la prolijidad de tu palabra -Poeta- desde una mirada contemplativa y sustanciosa.
Mi abrazo apretado.
Marina Centeno.
Marina, muchas gracias por tu comentario. Sí, cuántas ciudades nuestras, hoy en día se han vuelto o han sido tomadas por el vejamen y la genuflexió.
ResponderEliminarEl poeta, más allá de cualquier postura, indudablemente debe ser un cronista de su época.
Te devuelvo ese abrazo doblemente apretado.
André Cruchaga