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lunes, 18 de octubre de 2010

CONJETURAS

Lo que escribo no son más que conjeturas, destellos de la ansiedad:
Monotonías, penumbras, sombras, —aguas de la sed contenidas
En el naipe de las aceras.
Los cementerios guardan el sigilo del frío en la hamaca de la tierra;
De hecho, las raíces, se lían como brazos alrededor de la apariencia.
El sarro se la soledad juega a podrir los huesos.
Imágenes en blanco y negro





CONJETURAS




pues todo lo apostado se perdió en el propio engaño.
Pero me tengo al fin.
Ya no me busco en el espejo. Soy el que soy.
LEOPOLDO ALAS MÍNGUEZ




Lo que escribo no son más que conjeturas, destellos de la ansiedad:
Monotonías, penumbras, sombras, —aguas de la sed contenidas
En el naipe de las aceras.
Los cementerios guardan el sigilo del frío en la hamaca de la tierra;
De hecho, las raíces, se lían como brazos alrededor de la apariencia.
El sarro se la soledad juega a podrir los huesos.
En la calle cada quien juega con las canicas del invierno.
Cuando los caballos relinchan vuelan los sombreros del soplido.
Obra del ciego es la otredad del cayado bebiéndose las aceras.
Por cierto que en boca abierta, la saliva se vuelve barbasco;
Y no necesariamente una invocación.
El oficio más viejo es inventar historias alrededor de los relámpagos.
¿De dónde proviene la libertad? ¿De la noche o del día?
Cuando abro la ventana del poniente, la res muge tragándose las alas
Del relámpago que brilla en la madera.
En la hoja de afeitar, a menudo se concentra el miedo.
Para los que buscan las huellas del pasado, deben primero contar
La niebla con un escalpelo.
La luz nos asfixia cuando respiramos, ¿es verdad?
Mientras presentimos, todo lo yerto es armonía. Certidumbre. Oquedad.
Toda forma nos depreda: al borde de la oscuridad el taburete
De la noche, la brocha desgasta de la duda.
La parsimonia de las sombras muerde el tren del horizonte
Cuando éste se instala en las pupilas.
(¿Dónde estás, al cabo de tantas mutaciones? ¿Dónde pones los sostenes
De la calma, y el rezo de la purificación?)

—Yo sabía que el mundo incinera la madera hasta convertir la audacia
En carbón, en inminente furia de alfiler.
No sé si haya aún, reino para este Universo: toda eternidad es efímera
Aunque la paradoja parezca absoluta.
La felicidad usa disfraces de deshora: cada evocación chorrea
Paraguas de salmuera; cada lenguaje termina siendo estallido.
En la fragancia el olfato orea los jardines.
—Siempre los murciélagos nos arropan de tiniebla. (Siempre tu vos
Sobre mis yermos, palabras cedidas a la nostalgia.)
En los próximos días, la claridad arderá en las sartenes de la ausencia.
Al final, toda tragedia eructa güistes; los ojos, chingastes de sal.
Me alegro de lamer cuerpos salados: los ríos en el peltre
De las luciérnagas, y el destello sordo de las piedras sobre alguna
Lluvia de desollados poros…

Barataria, 16.X.2010

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