Irracionalidad tal vez, este ferrocarril en las sienes,
Subiendo y bajando como una mariposa en desuso.
Tropeles en los cascos del agua, voces caducas sobre
Moscas sin alas, al pie de lo putrefacto. Al pie
Del talpetate hosco de confusos pétalos, al pie de todo
Este calabozo de buganvillas ajadas por el sepia.
Subiendo y bajando como una mariposa en desuso.
Tropeles en los cascos del agua, voces caducas sobre
Moscas sin alas, al pie de lo putrefacto. Al pie
Del talpetate hosco de confusos pétalos, al pie de todo
Este calabozo de buganvillas ajadas por el sepia.
Fotografía: Daniel Bauer
IRRACIONALIDAD
Sigo. Seguir es mi única esperanza.
Irracionalidad tal vez, este ferrocarril en las sienes,
Subiendo y bajando como una mariposa en desuso.
Tropeles en los cascos del agua, voces caducas sobre
Moscas sin alas, al pie de lo putrefacto. Al pie
Del talpetate hosco de confusos pétalos, al pie de todo
Este calabozo de buganvillas ajadas por el sepia.
Alambradas habitan en el patio de los ojos, instantes
Que congelan el rocío y la saliva. Hay de todo, menos
Ángeles en los intervalos de diciembre, menos paz
Que haga transparente las piedras de unos brazos
Ascendiendo al aire del alma, al pesebre de indudable
Lógica. Al parecer el principio de la duda no responde:
—Tienen más preponderancia los cadáveres;
El amor es idéntico a una vajilla de porcelana:
Su piel se hizo para no soportar el tiempo, al mínimo
Trajín su esplendor termina como un rostro visto
Sobre espejos donde han pasado cascos repetidamente.
El tiempo conduce a luciérnagas sin noches. Es cierto.
Mi cara se pierde en su falaz audacia. La edad honda
Que extravió sus raíces en el ahogo de una pared
Goteando lágrimas de vocales sin sol, ni luna.
En los labios llora la canela del vejamen o el olvido:
Es igual a estar proscrito dentro de una servilleta
Empapada de salmuera. Desembarco en la oscuridad
Con unas manos sin sábanas, ni azúcar mirando la cara.
Los sueños almacenan irritadas pupilas y caballos
De súbitos tropeles y paisajes donde el miedo enhebra
Agujas y mares sin esa dimensión intacta de la espuma.
Una y otra vez el ojo no cabe en los periódicos,
Ni en los titulares que ahogan de un plumazo las pupilas:
—cada vez los cadáveres nos respiran con su túnica
De tierra, cada vez es más fácil ser camello en este
Calendario sordo donde la moral cabe únicamente
En la nevera de los porcentajes que abrigar los párpados
En una rendija del bolsillo.
Al final mi boca envejece en su propio silencio.
El amor, la vida, en los cajeros del gravamen:—El amor
En sí mismo cotizado en las fornicaciones del aire.
El amor en los cosméticos enfermos de la Bolsa;
Y yo esperando sábanas como catedrales para cubrirme
De la intemperie; yo esperando junto al agua
La ternura reluciente de las ventanas: la ciudad plena
De tu respiración, donde igualmente crecen los pájaros.
Pero aquí, la materia con ácidas cruces, los litorales
Del sobresalto, el mundo con revólveres al cuello: poco
Nos queda por hacer cuando el labio reseco patea la sangre
Y el humo flota como fuego en el cuerpo.
Vos y yo perdimos las agallas, y ese aire de espigas
Necesario para hacer un arco iris de nuestras íntimas
Ráfagas. —Ahora, cierto, nos une el despojo que deja
La palabra en los periódicos: nos deja un desierto sin camellos
Y el cactus donde florece la indiferencia del agua.
Irracionalidad, tal vez, la piedra de la noche
En nuestras lenguas doloridas —o esa porfía de querer
Dormir, huérfanos ya, en la cama de la neblina
A sabiendas de que ahí, la sonrisa perdió su órbita
Y las campanas de su propio enigma…
Barataria, 14.XII.2008
De: Semillas de la noche, 2008
IRRACIONALIDAD
Sigo. Seguir es mi única esperanza.
Seguir oyendo el ruido de mis pasos
con la fruición de un pobre lazarillo.
CLAUDIO RODRÍGUEZ
CLAUDIO RODRÍGUEZ
Irracionalidad tal vez, este ferrocarril en las sienes,
Subiendo y bajando como una mariposa en desuso.
Tropeles en los cascos del agua, voces caducas sobre
Moscas sin alas, al pie de lo putrefacto. Al pie
Del talpetate hosco de confusos pétalos, al pie de todo
Este calabozo de buganvillas ajadas por el sepia.
Alambradas habitan en el patio de los ojos, instantes
Que congelan el rocío y la saliva. Hay de todo, menos
Ángeles en los intervalos de diciembre, menos paz
Que haga transparente las piedras de unos brazos
Ascendiendo al aire del alma, al pesebre de indudable
Lógica. Al parecer el principio de la duda no responde:
—Tienen más preponderancia los cadáveres;
El amor es idéntico a una vajilla de porcelana:
Su piel se hizo para no soportar el tiempo, al mínimo
Trajín su esplendor termina como un rostro visto
Sobre espejos donde han pasado cascos repetidamente.
El tiempo conduce a luciérnagas sin noches. Es cierto.
Mi cara se pierde en su falaz audacia. La edad honda
Que extravió sus raíces en el ahogo de una pared
Goteando lágrimas de vocales sin sol, ni luna.
En los labios llora la canela del vejamen o el olvido:
Es igual a estar proscrito dentro de una servilleta
Empapada de salmuera. Desembarco en la oscuridad
Con unas manos sin sábanas, ni azúcar mirando la cara.
Los sueños almacenan irritadas pupilas y caballos
De súbitos tropeles y paisajes donde el miedo enhebra
Agujas y mares sin esa dimensión intacta de la espuma.
Una y otra vez el ojo no cabe en los periódicos,
Ni en los titulares que ahogan de un plumazo las pupilas:
—cada vez los cadáveres nos respiran con su túnica
De tierra, cada vez es más fácil ser camello en este
Calendario sordo donde la moral cabe únicamente
En la nevera de los porcentajes que abrigar los párpados
En una rendija del bolsillo.
Al final mi boca envejece en su propio silencio.
El amor, la vida, en los cajeros del gravamen:—El amor
En sí mismo cotizado en las fornicaciones del aire.
El amor en los cosméticos enfermos de la Bolsa;
Y yo esperando sábanas como catedrales para cubrirme
De la intemperie; yo esperando junto al agua
La ternura reluciente de las ventanas: la ciudad plena
De tu respiración, donde igualmente crecen los pájaros.
Pero aquí, la materia con ácidas cruces, los litorales
Del sobresalto, el mundo con revólveres al cuello: poco
Nos queda por hacer cuando el labio reseco patea la sangre
Y el humo flota como fuego en el cuerpo.
Vos y yo perdimos las agallas, y ese aire de espigas
Necesario para hacer un arco iris de nuestras íntimas
Ráfagas. —Ahora, cierto, nos une el despojo que deja
La palabra en los periódicos: nos deja un desierto sin camellos
Y el cactus donde florece la indiferencia del agua.
Irracionalidad, tal vez, la piedra de la noche
En nuestras lenguas doloridas —o esa porfía de querer
Dormir, huérfanos ya, en la cama de la neblina
A sabiendas de que ahí, la sonrisa perdió su órbita
Y las campanas de su propio enigma…
Barataria, 14.XII.2008
De: Semillas de la noche, 2008
Ay -André- el amor y sus puñales de agua, que nos brinda esa frescura y nos ahoga. Leerte es el adoquín que evapora en las lluvias de verano. Ya no me hallo sin la hondura de tus formas y el fondo ácido de tu copa.
ResponderEliminarLlego a tu habitación y descorro las cortinas y ensayo en los floreros una mueca de paz -mi sonrisa- pero solo atino a ser un instrumento de viento -efimera-.
Salud, querido Maestro.
Marina Centeno
Entra. Bienvenida seas a estas aguas.
ResponderEliminarAndré Cruchaga