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lunes, 5 de julio de 2010

SE MATAN. NOS MATAN

Total, tras el gris de todos los días, el calendario se ha vuelto,
Esa ruleta rusa de la vida, —alfombras de humo lamen las sienes.
Nos matan las semanas, el hastío sin mudanza,
Los domingos hambrientos, el mar negro de la ponzoña.
—Dudo que el día nos prodigue tanta acechanza.
Pintura: Paul Ackerman








SE MATAN. NOS MATAN








Total, tras el gris de todos los días, el calendario se ha vuelto,
Esa ruleta rusa de la vida, —alfombras de humo lamen las sienes.
Nos matan las semanas, el hastío sin mudanza,
Los domingos hambrientos, el mar negro de la ponzoña.
—Dudo que el día nos prodigue tanta acechanza.
—es la noche sin fondo la que nos traga.
La boca de las hormigas arde en el suspiro de las palabras.
Cada hojarasca es abismo. Cada escenario tiene ataúdes.
Alrededor de las cucharas, el hambre de la ciénaga sin zapatos.
No hay hospedajes carentes de gusanos, ni zancudos más fieros
Que la estridencia, el lujo de la barbarie,
El foco apagado de la risa, la tormenta de kerosene sobre el follaje.
Hoy, sobre nosotros, la espina en las manos, —los baldes de sangre
Oscurecida sin que los trapos espanten a los moscardones.
La cercanía a la luz es la ansiedad convertida en mantel.
De pronto las rodillas se han convertido en anémica soberanía.
El comedor es la suciedad en calles y paredes.
El baldío de la garganta no cabe en la verja vacía de los parques.
—Se matan. Nos matan sin el menor pudor.
—La voz cae como la lluvia sobre el polvo. Desvelo sin analgésicos.
Mordemos el trote de la claridad hasta oscurecerla.
[—Si te guardo es porque aún la memoria no ha fenecido en esta oquedad.
Pero hay días redondos como las monedas de la herrumbre,
Como el reflejo gastado de los peces,
Como el soldado sin batallas sobre la hojarasca tórrida e inmisericorde.]

Claro que entre la miel sorda de las imágenes, quedan pocas palabras
Pululando sobre los escarabajos,
No hay milagros que hoy por hoy restituyan la infancia:
Los mares, los puertos, los trenes. Los barcos, los astilleros, los milagros.
La ciudad en los cascos de las lágrimas.
El tránsito carraspea desde el pecho a las raíces.
Somos a ratos, ceniza del deleite, espuma del júbilo en el pecho
Del viento, invierno de párpados agolpados.
Nos muerde este féretro agónico de los pájaros. [Donde estés,
El musgo cae en gajos de oscuridad; donde estés, el silencio nos prolonga,
Nos cierne lento como una puerta de niebla.
Donde estés la lengua del fuego horada los pechos.]
Se matan. Nos matan. La voz muerde las trenzas del alma.
Se matan. Nos matan. Es prematuro pensar de nuevo en los jardines.
En el barrilete o la ventana.
Barataria, 27.VI.2010

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