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lunes, 17 de mayo de 2010

SIGO LEYENDO EN LA MEMORIA

Estrujas de pronto mis zapatos y mi ropa. El tiempo no alcanza
Para contenerte, ni la mano que suma torpes manos.
La intemperie recoge los charcos crepitantes del tapesco, el estallido
Incinerado de las piedras, el tímpano en los dedos de la ceniza.
Ilustración de André Cruchaga








SIGO LEYENDO EN LA MEMORIA








…sigo leyendo en la memoria…
Pronto sabré quién soy.
JORGE LUIS BORGES







Estrujas de pronto mis zapatos y mi ropa. El tiempo no alcanza
Para contenerte, ni la mano que suma torpes manos.
La intemperie recoge los charcos crepitantes del tapesco, el estallido
Incinerado de las piedras, el tímpano en los dedos de la ceniza.
En cada filo de la respiración, la memoria lee las ventanas
Depredadas, las abejas exiguas de la noche.
La memoria está ahí en la hojarasca tostada del polvo.
¡Sigo leyendo la fábula de los huesos! —Así me conforto en ser aldaba,
Y brazo, y cuaderno, y barco.
Arde la herencia del miedo. El jardín obseso del abismo. Arde.
La noche es un mar de luz en la memoria, el destino desvelado
Que soy, el pétalo que no esconde los pañuelos de la madrugada.
No escapa a las pupilas este asombro de temblor humano.
Las ventanas me dan el papiro del horizonte.
—Pero, ¿quién tiene la certeza de la fluidez del aire en medio de taburetes
Desvencijados, en medio del camino áspero del alma?
[Somos una especie de comensales de puertas: minorías al pie
De ciertos ajuares. Sólo existe una desnudez remota en la labranza
Del anónimo murmullo.]

La cotidianidad nos vuelve una ciudad-hoguera.
—¿Dónde están los espejos de las luciérnagas, ese fuego insepulto
De la sed, la corteza restañada del cierzo? No veo más que hormigas
Volcánicas entre la zarza.
Algo me dice que las cebollas son fantasmas.
Algo me dice que los vitrales no tienen polen ni arcoíris.
Algo me dice que los hilos del sueño se vuelven relámpagos y sed.
Algo hay en los minutos de la lejanía: la servilleta de las nubes,
La bufanda del pájaro,
La transpiración de la alegoría,
El cuaderno transpirado de los trenes, las bisagras abiertas de la luz,
O el fantasma atávico de la caligrafía.
Espero a que la rama de ocote se convierta en sol. Espero peces
Para el hambre. (Somos labios de la Nada). Aquí está la voracidad
En absurdas bolsas plásticas. Aquí está la neblina con su ebria espuma.
Un día seremos. Sólo así podremos asir el océano: —esa palabra-espejo
En las raíces de la memoria…
Barataria, 10.V.2010

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