Siempre queremos que todas las puertas se nos abran cuando
El mundo no nos reconoce. —Es una verdad como la orfandad
Final de los héroes. Verdad que no es sanidad, sino sufrimiento.
Sólo la locura es un hada en medio de los dogmatismos.
El mundo no nos reconoce. —Es una verdad como la orfandad
Final de los héroes. Verdad que no es sanidad, sino sufrimiento.
Sólo la locura es un hada en medio de los dogmatismos.
Ilustración tomada de la red
PARADOJA A LA LUZ DE LAS PUERTAS
Han sido devastados los recuerdos de los tiempos antiguos,
desde entonces la luz es artificial
y los ángeles ya sólo juegan con pájaros y flores
o sonríen en el sueño de un niño.
NELLY SACHS
NELLY SACHS
Siempre queremos que todas las puertas se nos abran cuando
El mundo no nos reconoce. —Es una verdad como la orfandad
Final de los héroes. Verdad que no es sanidad, sino sufrimiento.
Sólo la locura es un hada en medio de los dogmatismos.
Desde siempre supe que no hay calles semejantes, sino veredas
Donde uno se extravía, —catacumbas para el claustro de las alas.
Desde el umbral se ven máscaras de sal.
Es una paradoja la lágrima en este juego del azar.
Quizá una ironía irreconciliable.
A mi me ha tocado cruzar calles y tocar puertas. Ninguna se abre.
Subo escaleras y encuentro vómitos secados de vértigo.
Ando caminos de cuchillos subterráneos.
El vinagre duplica los espejos.
Todo es tan remoto que el paisaje tiene siglos de lágrimas.
No veo puertas abiertas para resucitar de nuevo.
Ni estrellas deslizándose en mi almohada. Ni sábanas de azúcar
En la cama. La luz en el cieno no alcanza su gloria.
En el musgo hay ojos y promesas fatigadas. Hay zapatos sin arco iris.
Necesito una lámpara para escapar de tantas telarañas.
Olvidarme que existo en este mundo de neblina.
No sé dónde está el equilibrio de los pétalos.
En qué río debo disolver la almohada de mi carne. Esta oscuridad
De cerrados ecos. Ese renacuajo para que se vuelva ave fénix.
El destino a menudo es un mediodía con túnica negra.
Una fábula de esas sacadas de la breña.
Quizá una piedra donde no lloran ni siquiera los profetas.
Hay tanta angustia en mi alma que ya no creo en Heráclito,
Ni en la risa, ni en las ventanas que sólo acrecientan mi sed. El amor
Se perdió en el hollín de la noche.
Ni siquiera la fantasía es hoy infusión de chichipince u orégano.
Y aunque se diga que el tiempo, gota a gota, desvela los espejos
Oscuros, la materia sigue ahí en medio del susurro.
No creo en Carmides ni en Sócrates, en aquello de que “la sabiduría
Es cosa bella”. De ser así, no viviríamos un mundo errátil,
Ni plagado de aldabas, ni de maniquíes entregados a la noche.
Uno jadea al lado de la trompeta del suspiro y es horrible amanecer
Con postigos cerrados, hallarse inoíble, titubear con la yema
De los dedos en el picaporte de los quicios sin que la sabiduría
Responda como un reloj suizo.
Siempre buscamos en presencia de las sombras, que las puertas
Se nos abran, pero a veces forman un talud contra la sed.
A veces da miedo alcanzar el regocijo sin que las mochetas
Consuman el cansancio…
Barataria, 25.IV.2010
En la búsqueda siempre está el secreto del buen filósofo, y aunque la luz a veces se nos niegue, ante la puerta puede quedar un gran poema como este.
ResponderEliminarMas que nunca, la palabra herida por la clarividencia de tus versos, nos trae ese inconfundible mundo en que briegas con tu mirada incontenible e inabarcable.
Mis felicitaciones por este
magnifico poema.
Un cordial saludo.
Estimado Perfecto: gracias por tu visita al blog. En efecto, la poesía es una búsqueda incesante; desvelamiento del cosmos. De ahí, la ingente necesidad por transitar, no sólo la claridad, sino la medialuz de los tragaluces existenciales.
ResponderEliminarUn abrazo,
André Cruchaga