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miércoles, 5 de mayo de 2010

BOSQUE DE SONIDOS

Nacen los pájaros para que los días vuelen. Despertamos al pie
Del aire, en la transparencia viva del alma.
Dios es aquí el pez delirante en mi espejo, la semilla
De las semanas, el código que nadie descifra sin estrellas.
Ilustración: El Salvador en imágenes







BOSQUE DE SONIDOS







La sabiduría ensalzará al humilde…
ECLESIASTÉS XI, 1






Nacen los pájaros para que los días vuelen. Despertamos al pie
Del aire, en la transparencia viva del alma.
Dios es aquí el pez delirante en mi espejo, la semilla
De las semanas, el código que nadie descifra sin estrellas.
Hay oscuridad de días que pronto se vuelven diáfanos.
Meses, días, de arder en los presentimientos: la realidad siempre
Es una sombra envejecida,
Que no tiene más explicación que los milímetros de cerebro.
En el fondo, desde abajo, el alba centellea.
En el fondo, desde abajo,
Arde la llama que quiso ser asfixiada.
Dios está aquí inocente, como un sibarita en mi cuaderno.
Su Gracia lava la escoria de los cabellos sucios. No sé si redime
Los kilómetros de lenguas, los gestos inermes de la ceguera.
Sé de su cuerpo en mi sangre. Los sonidos de la luz lanzados
Al interior, no de la ráfaga, sino del aliento.
Nacen de nuevo los pájaros con su fiel discípulo.
Nace de nuevo este rostro del trino sajado, —de los nudos torcidos
Del viento; nace cobijo de la sábana.
Nace no ya el mullido pan entre las piedras, sino la hora victoriosa
De otras manos, la fosa sin escombros, sino en vitral alado
De la justicia.
Después de vivir entre monstruos, Dios, aclara el camino,
Y pone el espejo para que otros enmudezcan.
Siempre hay un buen samaritano entre la frontera del bien y el mal.
Siempre después de la noche viene el latido áureo,
Los ecos sin miedo de la brisa,
El azúcar diurno sin mortajas.
Después, ya no muerden las migajas. Ni pesan los deudos anónimos.
Dios quita las púas del poro vulnerado.
Rompe el hilo del disfraz. Alumbra el último rincón del quejido.
Después de la marejada, sólo hay certidumbres.
La trementina como un destino. Los pies con zapatos a la hechura
Del tiempo. El zumo de la conciencia viva nuevamente.
Nunca fue fácil, sin espada, combatir a tanto monstruo.
Y jamás lo será.
Pero, Dios, la sabiduría, es un vaso de fragantes respiraciones.
Y nadie, al final, puede ser siamés de la demencia.
Mi historia es ésta en medio de tanto espejismo…
Barataria, 26.IV.2010

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