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jueves, 4 de marzo de 2010

NO ES NADA EL OLVIDO, LA LUZ…


Autor de la fotografía: Julio Cobos Merino









NO ES NADA EL OLVIDO, LA LUZ…







Ahora el silencioun silencio
duro, sin manantiales,
sin retamas, sin frescura,
un silencio que persiste y se ahonda
aun detrás del estrépito…
AURELIO ARTURO






No es nada el olvido si el olvido mismo es la memoria. Si la palabra
Alienta ese juego de sábanas. El café en la colilla efímera
De la tarde, la esquina de aniversarios en sombras de cruz.
En los dedos sucesivos de la esperma, el siempre orgasmo disimulado,
La trenza de la semana con la baba sucia,
Las píldoras de luz como hormigas en los brazos.
No son nada los anillos del polen, si las mañanas oscurecen de frío.
No es nada el olvido si en las mochetas están grabadas las huellas
Del viento y la tormenta, si a cada paso los relojes del eco,
Las ramas de la ciudad sobre el anhelo.
Los helechos de la saliva en los labios. El íntimo nido colgando
De los lóbulos del planeta.
—A cada día las raciones compartidas de los labios. Las sienes a punto
De ser cometas, la sal apretada del rumor.
Afuera la realidad siembra escaleras. La luz apretada del destino.
Los comejenes en las sombrillas del alma. Los imposibles haciéndose
Odio innecesario, la muerte en ciernes junto a la tristeza.
—[“El país que en tus ojos vive entre parpadeos,
canta en mí con su largo sollozar innegable,
rumora en mí, y el ansia de tu boca madura,
y rumoran sin fin los valles de tu carne.
Oscura tú, y entre tu luz sin tregua,
eres un son tan hondo, tan hondo y dolorido.”]
Dueles en la carme, ciegamente. Duele el aire deshilachado de migajas.
La hierbabuena de las ventanas con desgano, indiferentes.
Las manos que no disuelven el zumo de los grises en las sienes.
—No es nada el olvido, la luz para sonreírle al color de las banderas,
A las torres gemelas de los pájaros, a la espuma que destiñe el papel.
Siempre aquí el zopilote del escombro. El zorrillo de la melancolía.
La ardilla de las campanas meneando el badajo de las horas
Que puntuales, mastican los dientes.
Todo es distinto a ese otro día de los ceniceros en los antros.
Al cancel con pasados de fuego, a este abandono de urna ancestral.
Callo en el hangar de tus muslos remotos. Encallo de rodillas
En el crepúsculo, deshojo el libro de la memoria, el limonero
De los poros, la abeja del jadeo en descomposición. La sombra dura
De los gestos, las manos incesantes en el absurdo del destello.
—No es nada el olvido, la luz —digo ahora— cuando el huracán
De la Esperanza fenece, y la rapidez se ha vuelto milímetro en los ojos.
Cuando el principio es el fin, Patria del presidio.
Un día no seremos ni olvido. Hay tantos imposibles, tanto rimel
En los ojos, que no podrás ver, sólo a tientas la sombra de la caricia.
Ahora es el silencio “detrás del estrépito”…
Barataria, 24.II.2010

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