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miércoles, 3 de febrero de 2010

TUMBA DEL JÚBILO

Días de Césares ilegibles,
Días de pontífices sin lavatorios,
Días grandes como el zumbido de los enjambres.
Días como la hipotenusa de los lavatorios. Días como el grito

En la lengua de los perros
Auitor de la fotografía: José Fernández








TUMBA DEL JÚBILO







…y tú en la escueta cima encarnada
Tumba que tumba júbilos y daños
Con la misma frialdad desesperada.
ELISEO DIEGO






Siempre la misma tumba del júbilo, andar a ras con las pupilas,
Mordiendo los sombreros de las sombras, por encima del repique
De las calaveras. Siempre perdido en la densidad del zodíaco.
Siempre al destiempo desasido de los ojales,
Con el dedal del estío abierto,
Con la bestia que soy a través de faroles de sal.
Desde siempre el muro de las horas en la memoria. Desde siempre
El hierro ígneo del terror,
La inocencia de los paraguas sobre el mal agüero. Desde siempre
La trompa de los féretros sobre las sábanas del júbilo.
En las lianas de los búhos, la prolongación de los insectos.
Las trampas del lecho en el costado, el débito con frecuencia
En las sienes, encarnado cuerno de la caries y las encías.
—[¿Es la plenitud, acaso, un invierno de musgos? Caballos de hielo
Rompen el adviento. ¿Dónde estás piedra ofrecida de mi grito?
La fosa y la madera tienen toros de azufre.
El hacha de las tumbas rompe las arterias. ¿En qué albedrío
Puedo recoger tus poros de bahía y corales?
Las puertas cuelgan como extensiones subterráneo de metilo.
Hacia qué hola tu sexo me arrastra con la fuerza de tsunami?
Las calles despliegan su olfato los fines de semana:—vivimos
Haciéndole tributo al nomadismo, a la noche del poema con guarumos,
Al silabario de la cama, a la edad desigual de los vitrales].

Morimos cada día en los altibajos de la inseguridad. Hay días
Siniestros que nunca maduran, días como albardas desvencijadas,
Días de Césares ilegibles,
Días de pontífices sin lavatorios,
Días grandes como el zumbido de los enjambres.
Días como la hipotenusa de los lavatorios. Días como el grito
En la lengua de los perros, —olvidos al óleo de los aparejos.
[Siempre supuse que estarías a mi lado suavizando el alarido, toda
Voz sin el hábito de la ropa, sin la parcialidad de los relámpagos.
¿Cuántos rostros caben si salvamos la intemperie, si volvemos
Al bautismo de las lámparas?
¿Cuándo dejamos de ser júbilo del polen, para convertirnos en esto
Que somos ahora? —Herrumbre, mueca, hilo de la fatalidad,
Insomnes pájaros, simple tumulto de la adivinación…]
Este dedo de la bruma se pierde en los guantes ciegos de las axilas.
De pronto invaden ciertos espejismos. Por supuesto, nada que ver
Con los arcanos, ni con los sabios escribanos.
Es más bien un extravío: —Digamos, un extravío, circular cabestro
De la mirada sobre armarios de piedra
Nos perdemos en la succión de los sueños. En los diarios circuitos
Del aliento, en el dictamen del báculo, o simplemente,
En el tejido poroso de la espuma…
Barataria, 30.I.2010

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