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martes, 2 de febrero de 2010

Laberinto de la Espuma

Siempre resulta difícil mantenerse erguido frente a la bisutería.
Esa que esconde la breña en las valijas de las pupilas.
Esa que encumbra el mar en su respiración caótica.

Autor de la fotografía: Ignacio Cuesta Marín







Laberinto de la Espuma








Nada, por lo demás, ha variado.
El tiempo sigue siendo un puente oscuro,
metálico, insalvable, o cierta música
que a mis espaldas dura destejiéndose.
CARLOS SAHAGÚN







La marimba de la espuma toca los dedos de la imaginación
En gajos de audible memoria.
[Siempre es así la nostalgia con aroma de pájaros. Las vértebras
Quebradizas de las corrientes, los platos repletos de las cornisas.
—Un día se disuelve fácilmente en el humo de mi cigarrillo.
Al cruzar el umbral, no hay olvidos, sino miedos.
Nidos que se deshacen en el pulso. Cipreses que han acumulado
Desvelos, antros de extraña supervivencia.
—El horror a los laberintos siempre es así: alforja de imágenes
Como brasas. Nubes que arden sobre los poros…]

Siempre resulta difícil mantenerse erguido frente a la bisutería.
Esa que esconde la breña en las valijas de las pupilas.
Esa que encumbra el mar en su respiración caótica.
En cada esquina de las campánulas hay algo inverosímil.
Tecomates en trocitos de neblina.
Metabolismos extraños de cebollas. De pronto paredes como travesaños,
Adobes donde la herida supura su propio aliento de lechuza.
Las manos sirven para buscar las llaves del incienso.
O acaso, el delta del propio vértigo, las burbujas íntimas
De los fósforos, los encajes nada halagüeños de los callejones.
—A menudo el ajo reclina su flama. [Uno gravita en las gradas
Empinadas gradas de los caballetes, buscando el arco iris. Las sombras
Nos gastan su jardín de telarañas.
Juegan a verjas de hollín. Juegan a la siesta de las cortinas.
Juegan a túneles sin que desemboque el sueño.
Así se gasta uno la vida queriendo inventar armonías inútiles.
Amores que nunca pudieron ser. Libertades a media hasta como duelos]

Aprendí anónimamente los manuales del escalofrío.
Alrededor del alfabeto el polvo galopando sobre las sienes.
Vagas trenzas sin escapatoria. El desvelo con sus atavismos.
Los árboles del vértigo sin abrigo. La caligrafía de los túneles
Sin luciérnagas y otra vez el bosque sin reconciliar la trementina.
Este vivir es una lágrima ciega en el ojo. Una latitud de pozos
Sin labios, un libro de sordos litorales donde la neblina y la sal,
Forman el velero de la herrumbre.
Hay ahogos de cascarones quebrados. —Estrujado el límite
Del sueño, el sudor del éxtasis como savia infecunda, el desorden
Como estanque del fuego, las cruces de la noche sin testigos,
La historia recurrente de los mismos espectros:
—Esos que lavan el subconsciente en las esquinas de los parques.
Y con audacia nos encarcelan en la ficción.
Entre la espuma, ¿quién respira panes frescos? ¿Quién lava
Los inodoros de los transeúntes? ¿Quién eructa alegría sin reserva?
Salvo los sordomudos, mueren inventando sus propios sonidos.
Esa fatalidad que los volvió corderos…
Barataria, 29.I.2010

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