Claroscuro del abrazo
Cuando/ nos abrazamos/ vamos/
“Déjame que te abrace”, o abrázame desde
La profundidad de tu piel, necesariamente
Sintiendo las palabras y los minutos;
Enrédame en tu vocabulario encendido,
Abrázame con el ciprés de tu cuerpo, con
El milímetro de las sílabas, con el libro verde
De tu piel, sintiendo la salvación de tus manos.
Déjame encontrarme con la certidumbre
De tu geografía, con el abrazo sin prisa donde
Cada cuerpo se funde como un atlas de pájaros.
Déjame que te abrace sin teoremas,
Déjame tus brazos perfectamente como el día,
Como un ahora sin diccionarios…
Deja que tus brazos sean un siglo de sábanas,
Déjame ser un caballo en las proximidades
Del relincho, un mundo de semanas enteras,
Una energía tórrida en tus contornos.
Déjame ese rastro de ciénaga en la memoria,
El hilo de los ecos, desnudo en las manos,
La espiga del relámpago de tu cuerpo,
Y las manos temblorosas, hundidas, en la ternura.
Acumula en mis uñas el firmamento.
Estremece la furia total de tus manos
En la música de los brazos, en la lluvia mordida
De los cabellos, en el tren metálico del viento.
Déjame que te abrace, como quien juega
Con la sed del mediodía y jardines interminables.
Mientras estoy, que las puertas retengan,
Cantando, los brazos abiertos de la ternura:
—Ese libro de la adolescencia que fuimos,
Ese apretar el pecho ardiendo sin olvido.
Ese morder el césped sin escalas, cerrados en lluvia
Interminable…
Déjame que te abrace como lo hago con los libros,
Con la mesa, con el lecho suave donde reposan
Tus brazos, con la ventana donde se reclinan
Los barcos, con la tinta de la saliva, deshaciéndose
En los pájaros de la garganta.
¡Cuánta hambre ahí en tus brazos sin envejecer!
¡Cuántas luciérnagas girando en las venas!
¡Cuánta compañía aquí con sombreros de luz!
¡Cuánta albahaca centelleante y solemne en cada
Abrazo —tierra alta donde la noche no cabe.
¡Cuánto tiempo aquí, mirándonos a quemarropa!
¡Cuánta oscuridad derrotada con la respiración
De nuestros brazos!...
Déjame que te abrace, así, como un niño abriendo
Los nombres del Planeta…
Barataria, 04.III.2009
__________Abrazos_________
Cuando/ nos abrazamos/ vamos/
a otro mundo/donde/ nos abrazamos/
y marchamos/ a un trasmundo/donde/
nos abrazamos/y donde tal vez sólo/ nos abrazamos.
CLAUDIO RODRÍGUEZ FER
CLAUDIO RODRÍGUEZ FER
“Déjame que te abrace”, o abrázame desde
La profundidad de tu piel, necesariamente
Sintiendo las palabras y los minutos;
Enrédame en tu vocabulario encendido,
Abrázame con el ciprés de tu cuerpo, con
El milímetro de las sílabas, con el libro verde
De tu piel, sintiendo la salvación de tus manos.
Déjame encontrarme con la certidumbre
De tu geografía, con el abrazo sin prisa donde
Cada cuerpo se funde como un atlas de pájaros.
Déjame que te abrace sin teoremas,
Déjame tus brazos perfectamente como el día,
Como un ahora sin diccionarios…
Deja que tus brazos sean un siglo de sábanas,
Déjame ser un caballo en las proximidades
Del relincho, un mundo de semanas enteras,
Una energía tórrida en tus contornos.
Déjame ese rastro de ciénaga en la memoria,
El hilo de los ecos, desnudo en las manos,
La espiga del relámpago de tu cuerpo,
Y las manos temblorosas, hundidas, en la ternura.
Acumula en mis uñas el firmamento.
Estremece la furia total de tus manos
En la música de los brazos, en la lluvia mordida
De los cabellos, en el tren metálico del viento.
Déjame que te abrace, como quien juega
Con la sed del mediodía y jardines interminables.
Mientras estoy, que las puertas retengan,
Cantando, los brazos abiertos de la ternura:
—Ese libro de la adolescencia que fuimos,
Ese apretar el pecho ardiendo sin olvido.
Ese morder el césped sin escalas, cerrados en lluvia
Interminable…
Déjame que te abrace como lo hago con los libros,
Con la mesa, con el lecho suave donde reposan
Tus brazos, con la ventana donde se reclinan
Los barcos, con la tinta de la saliva, deshaciéndose
En los pájaros de la garganta.
¡Cuánta hambre ahí en tus brazos sin envejecer!
¡Cuántas luciérnagas girando en las venas!
¡Cuánta compañía aquí con sombreros de luz!
¡Cuánta albahaca centelleante y solemne en cada
Abrazo —tierra alta donde la noche no cabe.
¡Cuánto tiempo aquí, mirándonos a quemarropa!
¡Cuánta oscuridad derrotada con la respiración
De nuestros brazos!...
Déjame que te abrace, así, como un niño abriendo
Los nombres del Planeta…
Barataria, 04.III.2009
andré
ResponderEliminarte sigo desde hace tiempo y te felicito por tu enorme poesía
me he permitido incluir un enlace a tu blog en el mío
un abrazo desde españa
de nuevo te doy las gracias por haberme incluído el pasado año en tu antología poetica
fernando
http://fernando-sabido.blogspot.com