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jueves, 11 de diciembre de 2008

Monólogo en la nieve del Mount Hood_André Cruchaga

Jane Glazer, Oregon; André Cruchaga, El Salvador.





__________________Monólogo en la nieve del Mount Hood



A Jane Glazer, poeta oregoniense,
Por compartir su lectura poética conmigo.



Aquí como una réplica de la blancura, todos los pensamientos son blancos.
El aleteo de los pinos es fiel a este aroma del bosque, quizá por haberse
Convertido en un jardín esencial en las cornisas del aliento: aquí es palpable
Estar vivo pues el día camina sin fronteras, salvo la niebla espesa
Y la transparencia afable de la nieve que cubre las pupilas.
Desde Lake Oswego los jardines son cautivantes: Multnomah County,
El clásico Timberline Lodge, The Historic Columbia River Highway,
—Sujetos van mis pensamientos a este vivir entre las aguas
Del Willamette River: aquí la memoria la sostienen los caminos cristalinos.
Ahora juego a olvidar las palabras del olvido y lo sombrío.
En Beaverton o Hillsboro, o Wilsonville, o Tigard, o Sherwood : las calles
Me empapan la garganta y no le pido al tiempo más explicaciones.

De la Faculty house camino directo a Shoen library para platicar, en cierto,
Modo con las ardillas; en Clark Commons está la Bookstore. Buscando
Bosques me he encontrado con una antología poética de Rafael Alberti.
Es una rareza dentro de la Streff Gallery. —¿Qué hace un poeta español entre
Los maples y las esculturas que agitan el espacio duro de las nueces?
Pero me ha servido mucho su poesía en las horas que odian al mediodía.
De repente me duelen los huesos de tanta presencia suya: —no me acompaña
En mis caminatas sobre el césped, ni mucho menos a la hora
En que decido caminar entre los abetos para ver tiritar el césped.

Al final de cada jornada abro las ventanas para que entre el viento frío
De los cuervos —confieso que me encantan sus gotas de trino: despeñan
Las palabras con su plumaje nocturno —de otro modo, quizá no me gustaría
Escuchar su voz en la eternidad de estos grises.
Un día después de clases se nos ocurre leer poesía con Jane Glazer:
—Así la soledad que me das se me disipa; la baranda de la nieve nos deja
La piel de río. —¿Existes o no poesía —me digo— después de sacudir el libro que ando
entre mis manos que ya no es de Rafael Alberti, sino el de mis
Respiros —ese que la angustia arrebató al olvido borroso de tus brazos.

La llave de mi ansiedad cede a la libertad de Salem: imagen de mi sombra
En los cristales. Enfrente del Capitolio el fragor del agua; el cántaro
De tu alma cerrado a este caminar solo en los andenes. A ratos veo los ojos
En los cuadernos de mi esperanza, en esa herida que mana huracanes.
Después de un fin de semana de andar en las montañas y hacer nuestro campground
en pleno invierno he vuelto a Marylhurts, a la Faculty house:
Aquí me espera la inexplicable ternura del alfabeto y las puertas
Que al abrirse dan al incendio —con cierta terquedad— de la nieve.
En el aula de clases —Ann Chapel, se llama—me despierta el Portland Head Lighthouse:
en esta orilla del Pacífico se abren tus poros y los labios
Del viento que ríe frente a mis ojos. Absorto, sobre el cuaderno en blanco,
Veo gaviotas de luz y la arena verbal de tus poros y la inexpresable mariposa
De tu cabellera abierta a las riberas del océano.
Terminan las clases del día y sólo veo mis manos abarcándote en el claustro
De la página sin ninguna caligrafía…
Barataria, 11.XII. 2008

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