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lunes, 24 de diciembre de 2007

Navidad, sí navidad_André Cruchaga

Ilustración: Collage





Navidad, sí, navidad



A Dina Posada y María Eugenia Lizeaga,
Poetas entrañables.


La estrella es tan clara que
No todo el mundo la ve…
Luis Rosales



Las escenas del aliento son las mismas:
—augurios, destellos de arcanos,
Incensarios en las sienes, mientras en el fondo
De cada pecho, amanecen ojos húmedos,
Ilusiones, disfraces y velámenes junto
A un mundo sin estrellas.
En el quicio de la puerta, hecha de adobe y bahareque,
Un niño desvela sus ansias, peregrina su mirada
Ante el juguete que no tiene: —rostro húmedo
Y mirada perdida en el maltrecho horizonte
Donde el viento quiebra el respiro
Y jugar se vuelve una viga muy pesada:
Entumecida soledad, estampa incierta
Que no sosiega el seno de la madre laboriosa,
Ni la mañana radiante que se cuela en las tejas.

Navidad, sí, navidad. Un vaho de tristeza
Entorpece las pupilas. ¿Dónde queda el asidero
De la sed y la resignación de la lágrima?
¿Dónde esta navidad deviene accesible y fosforescente
Como los Cuentos de Hadas e implique amor
Y tierra de vínculos más allá del hervor y la caducidad
Publicitaria?
Santa Claus no visita los pesebres,
Ni los renos bajan en romería para saciar el hambre
Que aletea sobre casas mudas.

Tengo un diciembre de resfrío, de heladas cucharas,
Perros callejeros de olvido y una esperanza
Que se ahoga en el alcohol;
Humeante niño dios del cuento, herido de fiebre,
Atrozmente mordido por los cascos del azogue.

Diciembre desvela su cadáver de carnaval:
Rosas heridas en el umbral del sueño,
Calles con sigilosa azúcar, crepúsculos de sal,
Al fondo de elefantes de olvido y vejamen.
Toda la memoria tritura cigarros; dormidos techos,
Roncan la velada de la costumbre:
Imaginar diferente es ver con lucidez el caos,
La perpetua veleidad de las ciudades,
Con sus cuerpos de pabilos ensangrentados.

La navidad se demora con sus canastas navideñas.
¿En qué olvido se quedaron las súplicas y los deseos?
¿En qué balcones las ventanas son la Vía Láctea?

Desde mi casa veo una caravana de arcas.
Desde aquí, pasan mojados, el laúd de la noche
Y las siluetas de alegóricos establos
Donde los espejos fluyen en “colosal acechanza”.
Barataria, 24. 12. 2007.
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sábado, 22 de diciembre de 2007

Tierra sin descanso_André Cruchaga

Pintura: Marcel Duchamp






Tierra sin descanso





La tierra gorjea en mi garganta: —aurora o pájaro
En la delgada rama de la vida.
El sueño crece aunque muera en la tarde
En el pozo de sábanas que la luna
Hace en el crepúsculo,
Sobre las sienes, tendidas las ventanas…

Sobre mí, las puertas y ese insomnio
De la almohada,
—sombra del tiempo, interminable, destiñendo
Los cabellos,
Como ese rumor de recuerdos en las mejillas.
El tiempo es un juego de espejos, inefable río,
Donde la aurora se asoma a la memoria
En absortos caminos de neblina: neblina, digo,
A ese círculo hondo de la historia que termina
Precipitando la vida para caer en lenguas de alevoso tizne.

¿Hacia qué luz va esta tarde muerta?
¿Qué sombras hieren estos ojos?
Aliento de piedras lamen los techos; delgados nidos
De aserrín, al tiempo; sombras la mortaja de la hojarasca.
Hoy sal anudando verjas, inermes voluntades
Caen en oscuros ruidos, carne donde la noche
Del planeta parece interminable galope de caballos.

Sombras inmóviles exhalan extraños ecos:
Boinas de furtivos cazadores con luz ultravioleta,
Parecen los dueños de acólitos misterios:
Dioses, acaso, que hacen de los peces
Apretadas vasijas donde las antorchas de cieno
Reparten su viscosidad de miedo.

Ahora somos una tierra mucho más triste:

El hastío se ha vuelto océano, sorda arena de soledad,
Rastrojos de muerte el asombro
Y ese vasto sueño urdido en la desconfianza y la inocencia.
Al final uno respira naipes y juegos de dominó:
“Es como agua desbordada” que sin cesar,
Traspasa la ávida brasa del anhelo.
Entre las sombras, los ojos ensimismados del alma;
En el lecho, vigía de la herida
Sobre el pulso bullente del pecho.

Toda la sangre entre las ruinas. La ternura
Todavía es sed que duele. Ahora, más.
Es voz acostumbrada al grito,
Olvidado alhelí picoteado por la desesperanza.

Ahora somos esa memoria tendida sobre
Ventanas cerradas.
Barataria, 22. 12. 2007.
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martes, 18 de diciembre de 2007

Me falta todo_André Cruchaga

Pintura: Joan Miró

Me falta todo


(Título de una canción cubana,
Cuyo autor es Pedro Romero)


“No estás ya aquí. Lo que veo/ de ti,
Cuerpo, es sombra”… ojos ciegos, neblina.
Me hace falta paciencia de roble, curar
Este hueco de soledad —hueso ciego y descarnado:
Harapo toda esta boca sin nombrar las cosas,
Absoluta noche de la espuma, inexorable
Vuelo de los pájaros sobre designios infinitos.
Me hacen falta los meses y las campanas,
El ala, puertas, ventanas, la trementina
Del bosque, el verdor del día, la rosa de tu voz:
Carne del sosiego y la armonía…

¿Qué murmullos irrumpen en el alma?
¿Qué silencio tiende su hamaca en la garganta?
¿Qué destinos confabulan en nuestra contra?
Parece que el aire suspira en las sienes,
Y que un océano se desprende, sin brida,
Del fondo del alma: descalzo caminar sin alcanzar
El barco del horizonte, la estrella que cuelga del cielo.

Me hace falta todo: el aliento, las palabras,
El universo de los zapatos, el eco de la esperanza.
Sólo la lágrima gira como un planeta herido.
Sólo la angustia ensaya surcos, voz del caos,
En esta tierra mía, donde sucumbe la lucidez
Y los recuerdos galopan y enloquecen
Con sus guturales alfileres…
Me hace falta la gramática de la risa, los alelíes rojos,
La eternidad del amor en espejos verdes.
Ya de muertos y niebla estoy pleno:
Desde el sueño íntimo se muere;
Hay heridas tan profundas como las raíces
De árboles milenarios,
Como el inconsciente universal y profundo del grito.

El humo agoniza en el pecho…

Me hacen falta las mañanas, recibir cartas
Y leerlas bajo las estrellas, —abrevadero desnudo
Del crepúsculo, o junto al cierzo cuando habla con el cielo.
Me hace falta todo. Morder esta cadena, por ejemplo,
Que hace de los párpados una fábrica de sombras.
Allá en el poniente: los féretros beben
El planeta y el luto, obseso, se impone sobre los resortes
Del alma.

Me hace falta “aprisionar la belleza. Poseerla. Vivir mi tiempo
Difícil, sin protesta.
Vivir la vida que es sólo espuma transparente,
Tránsito de la oruga,
Multiplicación de la arena. Pequeña muerte sin párpados,
Terrestre arquitectura de antiguas existencias,
Construidas y reconstruidas precisamente con estos elementos:
Aire, agua, polvo, fuego y obstinada soledad.”

Hace falta todo: encontrar la puerta de mi casa
Y despertar en el pecho de otro milenio…
Barataria, 16, 12. 2007.
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jueves, 13 de diciembre de 2007

Alguien muere a diario_André Cruchaga

Pintura: Joan Miró






Alguien muere a diario




…si te preguntan por el mundo,
Responde simplemente alguien está muriendo.
Roberto Juarroz



Sé de la ilusión deshecha por la lágrima
Que baja sin palabras y hace de la sal,
Una rama de espesas sombras: bosque
De muda tristeza.
Alguien se va de este mundo. Alguien se queda.
Alguien busca en el aire lunas de espuma
O simplemente sueños para abrir el rocío.
Alguien camina, pero allí, en cada calle,
Se abre en laderas la tierra: —paredes desnudas,
Ramas de zozobra, lenguas hirientes:
Desnudos cuerpos van cayendo por el desamor.

Alguien muere, también, sintiendo su garganta
Agotada por falta de ternura: la orfandad,
Mueve sus dedos de ceniza, sábana de hollín,
Césped donde no cabe la carne del entusiasmo.
A menudo el ser humano muere anhelando luz:
Sed de garras, sed de pies para caminar el mundo.
Pero uno está en tránsito cada día, herido
Como el eco del mar cuando lo azotan
Lenguas de estribor: —refajos de áspera espuma.

Nunca en la boca son inocentes las palabras.
Nunca el alma deja de resbalar en vívidos fuegos.
Nunca nadie es cuerdo en la lucidez: siempre
Hay una nube de tumbas en el pecho,
Siempre la luz rapta los pájaros de la vida,
Siempre el deseo concluye, sin que el deseo mismo
Haya apagado sus ecos
De porcelana o abismo, de grito o sosiego.
Cada vez la soledad es pan; muros las manos
Que construyen la esperanza:
Allí nadie enciende ventanas, ni los ojos
Abren lámparas.
Entonces se muere. Piedra sobre piedra el rostro
Oscuro en las armaduras,
Los dardos de las moscas,
El perfume transitorio de las peluquerías,
El almacén tembloroso de las emociones.
Entonces se muere. La nuez rompe con todo abecedario.
El diccionario agota su selva de abejas,
Las luciérnagas sangran decrépitos zapatos…

Entonces, no sólo se muere en la guerra:
Hay mil silencios y golpes, gritos, ilusiones diezmadas
Que corroen la casa de todos:
Es decir, la esperanza y la ternura…
Barataria, 13. 12. 2007.
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sábado, 8 de diciembre de 2007

Metamorfosis_André Cruchaga

Pintura: Joan Miró





Metamorfosis




Y el día hace presente su persona de vidrio;…
Juvencio Valle



Todas las mañanas se ahogan en la saliva del sol;
En cambio los relojes, lo hacen en la garganta.
El follaje con sus ojeras desata abismos:
Así se descubre la realidad insomne de todos los días.
Ser el yo de las cosas, el yo del tiempo,
—Su diccionario agotado por la indiferencia,
Bostezo de pájaros en soledad—:
Los espejos gota a gota forman estrellas,
La lengua del viento arma cataclismos
Hasta provocar peces de erguido delirio.

Ahora la rigidez cambia de piel.
“Su lenta ceguera, / su diminuta voz
Que ya no escucha nadie,…”

Cada día las horas prolongan la nada:
Ahora, en este instante, el universo cambia
Para siempre, el ojo del abismo suda
Como lobo de sal sobre las mejillas.
Inquieta el tronco seco del analfabeta:
Sus dominios de afilada noche se vuelven
Oscuros proyectiles,
Aunque es mejor tenerlos en su embriaguez sorda:
—Así dicta el capricho de los estratagemas—
Para convertirlos en rito, templo y campanas.

Por eso la esperanza no deja de ser sofisma,
Ni cigüeña cansada de mirar cuervos.
Entre un día y otro, hay líneas de ebrios alfileres,
Horas de rodillas, miradas suicidas,
Niños naciendo entre puñado de moscas:
Espectral memoria cuyas ventanas y puertas,
Lamen el cinturón de la vía pública.

Hemos llegado a un tiempo de andar descalzos:
No sorprende a nadie el humo de los gritos,
Ni los amotinamientos de licor en los curules,
Ni el muro de la realidad donde el aire,
Anuncia tantas defunciones…
Descalzos andaremos mientras los párpados
Sirvan de antena para moscas
Y no bandera como surtidores del aliento.

En todas las mañanas amanecen guijarros:
La voz del caos rompe el tafetán azul del cielo;
El aire sale descalzo a pasear sobre
Los viejos durmientes del día:
En cada clavo, hay lágrimas de sangre
Tiritando ojos de camellos
Por donde pasan exóticas vallas publicitarias.
Lentamente
“la noche va dejando sus amargas raíces
En el pecho del hombre,
Minando su memoria,
Recubriendo su lengua de una cansada herrumbre.”
Barataria, 08. 12. 2007.
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jueves, 6 de diciembre de 2007

Tierra de aquí, del alma_André Cruchaga

Pintura: Henri Matisse




Tierra de aquí, del alma



A Carmen González Huguet,
Conciencia de la poesía.


Si yo, por ti, he creado un mundo para ti,
Dios,…
J. R. Jiménez: El nombre conseguido de los nombres.


“Tierra inventada por el mar, desnuda”
La palabra para su cantera:
—Lava del verbo se torna,
—Ojos del enigma—
En la caligrafía de la sombra.
Tierra de aquí, del alma, la poesía
Que emerge entre la luz de las ventanas.
En ella arde el silencio y el calor de la memoria;
El aire flota entre peces de crepúsculos:
La luz es invierno; el conjuro, gaviotas infinitas.

Aquí, en medio de cenizas y subsuelo,
Hizo días de sorda madera,
Vientos de incurable desencanto,
Cloacas de habitada injuria.
Parecía noche la proximidad de todo:
El verde era herrumbre, sombra, atroz zarza
Cuyos códigos trocaban en piedra el susurro.

Ahora hay nuevos vientos instalados en los espejos,
Aunque las llaves de la muerte persistan
Sobre la pesadumbre detenida en las paredes.
Mi primer verso fue noche con alas:
Fronda donde respiraban telarañas
Y ojos de un largo conjuro
Como ese rescoldo donde lentamente respira el fuego.

De ese pozo devocional nació la poesía.

Nunca fue sudario, pero me hizo respirar zapatos;
Me dotó de ojos y aliento y aprendí a ver los adioses,
—Sin ahogarme— con la serenidad espesa del azogue.
Ahora puedo ver la oscuridad en los vitrales
Y la sangre que traspasan las tormentas…

La poesía también nace de los páramos.

Nace de esa respiración honda de la esperanza,
De la imagen del tiempo que nos baña con locura.
Otros quizá no hayan visto la destrucción,
Ni tengan la certeza de Heráclito,
Ni vean luciérnagas en las heridas,
Ni indaguen en la respiración de los escarabajos,
Ni en la savia deseante de la sal,
Ni en el violín de las lágrimas mohoso por los años.

Pero la poesía está ahí, sin indultos.
Ella toca el arrebato de los puntos cardinales:
Atisba siempre las puertas del augurio,
Enhebra luminosas flechas y puertos de efervescentes mástiles…
Barataria, 05. 12. 2007.
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domingo, 2 de diciembre de 2007

Atávica ceniza_André Cruchaga

Pintura: Joan Miró




Atávica ceniza





Vuelven las flautas y sus espectros de ceniza
Sobre las paredes del insomnio: abiertos
Pabilos de la madera, nublado cielo de la ternura,
Goteando lenguas sobre póstumas lámparas.
¿Qué lunas profanan la noche?
¿Qué naipes juegan los días en el tímido
Harapo de la sonrisa?
¿Qué obstinados huesos hunden en las sienes
Sus agónicos dedos de grito?
Los cementerios flotan en las barcazas de la memoria.
El amor sabe a oscura trementina:
Ahogado sollozo arrastrando secretos, líquenes,
Esquirlas de nupcias desvaídas.

Fue sólo amor en el dintel del hipo,
Aquella herida: aro amarillo hacia la muerte
Sin nadie que cubra la existencia.
Fue sólo delirante lava, caos sin límite,
La noche que se confunde con la piedra,
El grito profundo de la osamenta,
El fondo del vacío sin pies ni calles.

El tiempo hunde la carne en los grises del latido.
Imágenes sin rostros allanan los vitrales:
Ciega redondez del frío, asombro de vísceras
Donde el aire roe las aceras
Y los perros lamen el tic tac de los relojes.
Después no queda nada. O, si acaso,
Una tormenta sin ventanas,
Donde se ahoga la acústica de la garganta.
Después, animal en total oscuridad:
Animal abierto en el costado
Hacia migajas de luciérnagas.

Vuelve la ceniza en los ojos: páramo
Ciego de la vigilia, lápida el respiro,
Callado itinerario de la herrumbre.
Ara el dolor en su atávica genealogía;
Muerde el horizonte pedazos de sombras:
Navajas hallo en la tierra. Calles,
Con su pecho abierto, tejen caballos
De pétreos relinchos como cansados
Fósforos en la memoria.

¿Qué herencia es esta, —me pregunto,
Donde la oscuridad sueña adoquines,
Donde la soledad no envejece y aprieta?

La luz es mi clamor deshabitado…

Me asfixian las ventanas cerradas:
Soy animal que busca desde el asombro,
Puertos donde las alas alimenten lejanías…
Barataria, 02. 12. 2007
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