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martes, 20 de febrero de 2024

MUERDE EL MOHO [Insane Asylum]

©Pintura de Franz Kline


MUERDE EL MOHO [Insane Asylum]

 

Aún el alba es un pájaro perdido.

JORGE LUIS BORGES

 

 

Muerde el moho como los días grises de manicomio y la nostalgia,

me muerde el papel celofán de las aguas extenuantes de los jeroglíficos

sobre el Dios (al que acudimos atribulados) y que tritura al pájaro

confuso y estéril en sus alas demolidas por el grito y la herejía,

—me socava la pared desértica del día y la noche, el espectáculo de águilas

muertas, las esquirlas esparcidas de lo lóbrego de la inutilidad,

el crepúsculo aturdido de la piedra rimbombante de relámpagos

sobre la mesa fría, hermética e impetuosa

de este dolor de la flor fugaz que me arrodilla.

 

Detrás del abandono, también los caminos del éxodo, la codicia que deslee

epigramas detrás de los relojes saqueados por una humanidad acobardada,

la genealogía del tizne y su maldita penitencia de flor negra,

el afán apenas de una rendija a través de la cual enloquece la hoja

de culantro, el otro reino petrificado de los anhelos,

la lluvia obsoleta que empacó su vestimenta y se fue de este reino,

los días caducos de los brazos caídos en la mudez de los féretros:

eco el hambre dispersa

en la trenza hermética del libro desgarrado.

 

Es duro el camino frente a los candiles que muerden la herida de siempre.

Hay tantas pezuñas que trizan las gaviotas, tantos trenes y cruces

en los brazos milenarios del pescado, en el cuenco del duelo de los espejos.

Todo se vuelve silencio en el cielo de las ventanas.

Todo es cementerio y debo aceptarlo.

 

Es como la última gota que amanece clausurada de voces y de Eva

en el monólogo de los huesos por el escombro desconocido;

en la sartén atormentada del regazo nadie acaricia las manecillas del reloj,

la celda como realidad herética de noche sin valor como las palabras,

las muchas muertes que tienden su mecate y se quedan sin brújula

sobre la montaña del páramo.

Se hiela la boca en los capiteles de la espera:

se agazapa la torpe respiración, breve teogonía de mis pulsaciones

de estanque y emergen lápidas como juegos de aliento.

 

En el cántaro de la risa, no obstante, donde se guardan cadáveres de perros 

Asesinados, reptan los pájaros.

—Nunca olvides la sed con los peces de tu nombre escrito en una lápida,

el telar de la copa del cielo del cual proviene la lluvia y las sotanas,

las oscuras palabras del precipicio que nos persiguen como peste,

el relámpago que avanza en las horas del hambre.

No lo olvides.

 

No lo olvides, aunque tengamos disperso el viento y atravesada la cruz

entre nuestros dedos, dedos deformados por los pasadizos de las cloacas,

aunque la destrucción o el polvo sean nuestro tatuaje,

aunque el abismo nos visite cada día con sus pústulas frenéticas:

sólo hay que darle crédito, a este saqueo de lobotomías futuras.

Digamos no a la devastación póstuma de los enigmas y analfabetas

de guitarras, sí a ese tren con caballos alados de nuestra infancia ida

y que dialoga irrevocablemente con nosotros:

aun descalzos podemos sentir la prolongación del tiempo en las lombrices

de tierra, la música inexorable de la ráfaga familiar

de nuestras bocas.

 

Hay un lugar de candiles entre nosotros, la hoguera con su tabanco de ríos,

podemos oír las palabras debajo de nuestras sábanas, las palabras

profundas del amor de mamá y levantar el techo en el momento febril,

hasta el punto cero, urgido del vacío.

 

Sé que entre nosotros la levedad abre sus vértebras, criatura a menudo

fragmentada en una cuadricula de ecos, fatídica verdad del hospital

Que frena la libertad y me convierte en mercancía desechable.

En esta sed de moho, el moho lento en la redondez de relojes taciturnos.

Los ecos quebrados de la ceniza buscan la ternura.

El tedio es igual que las escenas del aire en un urinario público.

 Barataria, 2012

 ____________

Del libro: «Blues island, Insane Asylum y otros poemas para Koko Taylor», 2012

©Pintura de Franz Kline

©André Cruchaga


 

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