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martes, 16 de enero de 2024

CUERPOS CIEGOS

 

©Pintura de Wassily Kandisnky

CUERPOS CIEGOS

 

Mientras cae la noche ondea el sinfín: aquí, tu mirada ciega de existir

y la fruta desnuda entre mis manos. Bracean los pensamientos

y las pulsaciones al límite de lo inexplicable: cantan tus pechos

íntegros en el sol de la sed. Un suave litoral de saliva,

moja los cuerpos, en tanto la sangre virgen se vuelve tormenta.

(Sé, que edad y tiempo se nutren de esta savia unánime que emerge

del tronco de dos cuerpos. En la rosa derramada sobre la tierra

tiembla el mar hasta desvanecerse.)

La estupidez sigue perdurable al igual que los geranios atrapados

por algún filósofo, un cangrejo en una botella de mar desconocida.

Es inútil la realidad y su anacronía.

Es inútil, al mismo tiempo vivir con las contaminaciones de tantas

interjecciones apuntalando el horizonte, la ventana en el traspatio

de la sed desmoronándose en cuerpos ciegos.

 

«¡Y saber que donde no hay un Padrenuestro, el Amor es un Cristo

pecador!» saber que la zozobra es el tísico fulgor que aniquila

todo cuanto los años han construido.

Hoy es difusa aquella inocencia que transitaba anhelante

y sin pañuelos.

 

Nosotros, pecadores recayendo a cada rato y cargando sin suspicacia

las dolencias de un amor proscrito con el temor de los paréntesis

y los amuletos.

 

Por eso están los recuerdos que asumen la supervivencia nuestra.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


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