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jueves, 28 de julio de 2022

ÚLTIMA CALLE

 

© Obra pictórica de Joan Miró


ÚLTIMA CALLE

  

La resignación es para los que no corren.

Cualquier hora del día es buena para tatuar un ramo de rosas.

Samuel Bossini

 

 En la última calle, un hueco de campana en la pared de adobe

de los viejos comensales del viento. Al extremo del aliento,

casi marchito el asombro en la lengua de vinagre de la tierra.

Chamuscadas las cruces de barro bajo el claustro de los sueños

de la tortura, esta ciega hora que nos saquea el alma.

Oigo el aroma de tus tacones desafiantes subir en la marea,

con toda la urgencia que supone el fuego.

Desde el umbral del lecho, el imán que gira en su exceso:

tu cuerpo inmenso como el estertor de Hard Times en la voz

de John Lee Hooker: dentro una taberna envuelta en su preñez.

En la atadura el salmo del pájaro y las cenizas que masturban

el sumidero estrujado de las palpitaciones,

esta vaga forma parecida a la alegría.

Sé que «es inútil repetir lo que termina en nada.» y sin nombre.

Los días no nos salvan porque todo es espejo delirante

de máscaras: nada somos ante la realidad que se impone.

Si vuelves algún día «que no sea una nueva noche.»

Porque en este país, ya hemos tenido muchas de sordidez

y fango como el mosquerío sobre un nombre sin decoro.

 

Del libro: “Ahora es de noche y tú no tienes nombre”, 2022.

©André Cruchaga


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