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domingo, 6 de febrero de 2022

ENVOLTURA DEL DESATINO

 

©Obra pictórica de Franz Kline


ENVOLTURA DEL DESATINO

 

 

Durante el lento día,

tu mente está abierta como un cajón de cuchillos.

Suburbios, años te han enterrado.

Philip Larkin

 

 

En los ojos, los caminos transitados e incesantes, el río derramado

en las ojeras, la voz aún como bitácora del libro oscuro

de la noche, las calles colmadas de mundo, sin reposo alguno.

Transitamos mientras nos tritura la imagen diversa de Dios,

las carnicerías enrojecidas de las ventanas y la tierra.

Golpeamos el fregadero de los periódicos con manos de sequía,

una gota de ecos, cada vez, se hace tardía en la voracidad

del animal que somos, del animal invisible, desorbitado, famélico,

que se masturba en plena tormenta del vórtice de las baratijas.

El aliento se abre como un vientre que explota de demonios.

Crecemos azotados por las plagas de los invernaderos.

Miramos fríamente el “fluir de un arroyo símbolo de la virginidad

y la bestialidad en el corral de las ovejas”. Los mismos bordes

del desatino, ahí, y las pinceladas vanas del paraíso terrenal.

Castramos a los pretéritos desde los premolares del pecho,

y colgamos, —en lo posible—, las palabras al nudo de recuerdos,

junto al ocote omnívoro de las aguas o el fuego.

Después, es solo caricatura, la sombra pétrea del cuerpo.

En la medida del sobresalto, la eternidad se amorfa en el cenicero

de la envoltura del propio desacierto, en la espada del río

de las fugacidades, en aquellos huesos que carecen de reemplazo.

 

De: Como quien pide luz o pide agua, 2021.2022

©André Cruchaga

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