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martes, 27 de julio de 2021

ANTÍPODAS DEL ESPEJO O LA SUBLIMACIÓN DE LA PALABRA

 




ANTÍPODAS DEL ESPEJO O LA SUBLIMACIÓN DE LA PALABRA

  

José Siles

  

 

El poeta salvadoreño André Cruchaga (Nueva Concepción, Chalatenango, 1957) vuelve a la carga con una nueva obra: Antípodas del espejo, cuya lectura o simple observación revela tres cualidades que suelen caracterizar sus trabajos: la intensidad , la calidad creativa y la extensión (154 poemas) donde predomina la   poesía libre y emancipada de ortopedias reduccionistas combinada con una prosa poética que se vertebra mediante metáforas, simbologías y, sobre todo,  sinestesias que denotan la pasión del autor por la mirada sintética.

André Cruchaga se inició en la poseía allá durante la última década del siglo XX y lo hizo compatibilizando la dedicación a la poesía con su actividad como docente y gestor educativo. Su amplia obra ha sido traducida a varios idiomas llegando a obtener un importante reconocimiento internacional: “Alegoría de la palabra” (1992), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996), “Roja Vigilia” (1997), “Rumor de pájaros” (2002),” Oscuridad sin fecha” (2006), “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados” (2009), “Viajar de la Ceniza” (2010), “Cielorraso” (2017), “Vacío Habitado” (2020), etc.

En alguna otra exégesis sobre su obra poética he llegado a afirmar que André se incorporó al universo poético ante la necesidad de dar rienda suelta a su humanismo sensorial…, una faceta que explica en gran medida la insaciable transversalidad sensitiva de sus poemas. Asimismo, sostenía intentando explicar la afirmación anterior que, tal vez, todo ese universo poético esté relacionado con su infatigable actividad creativa y con la repercusión internacional que han tenido sus poemas que han atravesado fronteras geográficas, lingüísticas y culturales. Sin duda, una muestra de esta proyección internacional la constituyen la aparición de “Memoria de Marylhurst” en Estados Unidos, “Caminos cerrados” en Méjico y “Poeta en Barataria” en Cuba.

Este singular autor, sin duda difícil de clasificar (más adelante profundizaremos sobre esta característica de Cruchaga) es capaz de aplicar a sus poemarios un universo estético absolutamente particular confiriendo a su obra el delicado arte de la sublimación poética. Cruchaga acomete la sublimación de la trascendencia o de la cotidianeidad mediante la adaptación expresionista de una poética donde predomina la distensión perceptiva (sinestésica) (Lyotard, 1999), para alcanzar lo informe mediante la pulverización de las fronteras entre los sentidos, tal como se aprecia en “Soledad” cuando el espejo es oscurecido por los gritos y la penumbra mecida como una tierna criatura en los brazos del poeta:  “(…) Y tanto grito que oscurece los espejos. Y tanta penumbra en los brazos, cerraduras ateridas, y tantas hipotéticas cenas en medio del estiércol(,,,)” (Cruchaga, 2021, 25).

Sí, Cruchaga es el poeta de la sublimación porque es un especialista en el arte de transformar la realidad descolocando los sentidos para nutrirlos con un universo perceptivo cuyo orden es tan original como desconcertante…, en todo caso, la realidad filtrada por la luz ultravioleta del poeta salvadoreño, tal como sostiene en “Nausícaa”, se transforma en un cosmos ordenado por normas invertidas proyectadas desde “la cosmogonía de los vitrales” : En la pulcritud absuelta de las aguas, no hay crematorios ni puñales, sino la absoluta lumbre del rapto, jamás la depredación sino la cosmogonía de los vitrales  (Cruchaga, 75).

            Tal como señalan diversos autores (Siles & Solano, 2016), lo sublime, como sentimiento, expresión e interpretación, es un fenómeno complejo, ya que en su naturaleza se entrelazan sentimientos aparentemente contrarios: dolor /amor/desamparo / éxtasis ante la grandeza de la naturaleza o el universo/inseguridad y certidumbre de lo efímero de la existencia, etc. Cruchaga aborda la sublimidad permitiendo o incluso provocando la revolución de lo perceptivo para exhibir la imperecedera intensidad de los sentimientos, como en “Hécuba”, donde las madres, transidas por contrarios universales, el dolor y el amor que se entreveran en sus existencias ante la pérdida de sus hijos, se transforman en usufructuarias del sentimiento expelido por la Piedad de Miguel Ángel:  “(…)No hay más metamorfosis que los pueblos destruidos y las madres de mayo que sin retroceder caminan en el desierto. En el mar, las aguas fúnebres y la victoria ciega del desquicio. Sacrificada la progenie, la demencia de los candelabros sobre la tumba de Aquiles(…)”. (Cruchaga, 2021, 76).

El recurso a lo sublime es una característica que vamos a encontrar en diversos poemas, como el caso de “Delirio de Contrarios”, donde se hace poesía reflexionando  sobre la dimensión dialéctica de la existencia. Dialéctica como motor existencial donde la contradicción anuda el pensamiento precipitando acciones que serán repudiadas por el mismo pensamiento que las acunó provocando una conducta presa de sentimientos inversos, antitéticos, irreconciliables en el mundo simplificado del ser humano. Así, somos capaces de lo peor y lo mejor y nos descubrimos en contradicciones tan inasumibles como difíciles de sintetizar: matar al que amas fundamentando la acción vil en la pureza del amor; de esa forma obra el Otelo de Shakespeare cuando sus manos aprietan hasta la asfixia el delicado cuello de Desdémona. Drama clásico del renacimiento inglés que ilustra la universalidad binaria del amor-odio; es decir la vigencia de esta y otras contradicciones en el ser humano. Algunos poemas filtrados en prosa poéticade este gran poemario perfilan la paradoja, pero algunos como “Contrasentido” lo hacen de forma explícita:

“(…) Frente a mí, el imperativo de las rotaciones y los predicadores de turno disolviendo el humo. Siempre están ahí las paradojas: la breña en medio de los jardines, el crimen y los basureros a la luz del día, el azúcar en la avidez del amargor (…) (Cruchaga, 2021, 71).

En Antípodas del Espejo se muestra una amplia y variada estela de descarnadas reflexiones, falsas certidumbres, paraísos impostados y evidencias de la contradictoria naturaleza del ser humano;  un animal, a fin de cuentas,  que es potencialmente asesino, víctima y cualquier otra condición que se pueda asumir en el complejo espejo de la existencia.  En esta misma línea reflexiva y autocrítica, Zurita retrata nuestra especie obteniendo una fotografía en la que predominan los claroscuros: “somos una raza de asesinos condenados a construir el paraíso”  y, de paso, asigna a la poesía una función de catarsis que, empero, no llega a salvífica (Zurita, 2019). Desde esa perspectiva de desesperanza abierta a la concienciación de una realidad alejada de lo paradisiaco, Cruchaga llega a afirmar en “Detrás de esta Puerta “: “El Paraíso es irrespirable en la finitud de lo extraño. Las palabras nos escinden con sus ilimitados relativos. Acaso porque nuestro cuerpo sólo juega al desvarío y, a ese idioma de inequidades donde sólo tiene cabida la perenne herradura del páramo” (Cruchaga, 2021, 65). También en “Circo” el poeta salvadoreño  desvela la certidumbre de lo inseguro como privilegio constante e insidioso de una existencia perturbada que jamás encontrará un rumbo definitivo: 

“(…) Frotas las plegarias con remotas cabelleras de ceniza. Entre tanta oscuridad y envenenado el aliento, el insomnio revela circos decapitados y paraísos exorcizados por el moho(…)” (Cruchaga, 2021, 132).

Pero además de la condición dialéctica de la realidad, Cruchaga explora los límites de la consistencia describiendo la espesura de los sentimientos; así, en “Coágulo” nos encontramos con una interpretación radical de la densidad existencial:  “(…) No sé en qué orfandad del agua cabe la ceniza, ni en qué ciego esclarece un cayado, ni qué lluvia nos regresa la blancura. En el coágulo de polvo de las ojeras, los ecos del hacha sobre la madera, y este deseo de gritar certezas” (Cruchaga, 2021, 21).

En los intersticios de esta prosa poética navega la inagotable y cada vez más lenta predestinación del líquido hacia las cotas más altas de densidad, donde al final aguarda un universo espeso tiranizado por el imperio de la consistencia y el sosiego. Cuando los críticos andan huérfanos de equiparaciones mediante las que acometer el análisis comparativo entre patrones estéticos más o menos concomitantes, suelen amparar su orfandad referencial en los ismos o tendencias más o menos cercanas a los tópicos… o, al menos, sustancian sus comparaciones mediante recursos con los que están familiarizados: arrimar el ascua a su sardina o dejar suelta y sin control la fiera de la subjetividad hermenéutica (aunque esto implique cierto artificio en la construcción del análisis poético).  En el caso de la poesía de Cruchaga, no debe extrañarnos que los exégetas encuentren encontremos ciertas dificultades a la hora de proceder a su encuadramiento o integración en un grupo poético más o menos afín. Aunque posteriormente aludiremos a algunas de las tendencias que son identificables en este poeta, es ahora el momento de sostener con cierta contundencia un aspecto esencial en este poeta salvadoreño: su originalidad. Porque en Cruchaga se constata una atmósfera imposible de virginidad estética cuya particularidad emerge de la misma concupiscencia sensitiva con la que dota su obra.

En este sentido, aunque la expresión “poeta incomparable” proferida a bocajarro y entre signos de admiración signifique algo realmente elogioso para el autor; lo cierto es que este acumulo de originalidad conlleva riesgos tan lamentables, tal como se señalaba anteriormente,  como la incomodidad experimentada por los críticos cuando leen obras que no son capaces de clasificar. Sostiene Bértolo que “lo peor que le puede pasar a un escritor (aparte de morir de éxito) es no poder ser comparado fácilmente” (Bértolo, 2000, 72). Esta circunstancia nos lleva a plantear una cuestión esencial: ¿Qué sucede con los poemarios que no resultan fácilmente etiquetables o que no responden a las tendencias del momento porque no siguen los estereotipos temáticos o estilísticos dictados por el canon en boga?

Responder a esta cuestión supone un ejercicio de funambulismo, pero hay que asumir riesgos en la vida y plantear con cierta energía argumental aquello, sobre lo que honestamente se piensa de un poeta y su obra. En el caso de la obra de Cruchaga, a pesar de su originalidad y dificultades de etiquetación en el universo poético, resulta obvio que la singularidad y la calidad de sus poemas están marcando una tendencia propia (aunque lógicamente se puedan identificar influencias sobre las que hablaremos después) que yo denominaría seminal, dado que ya constituye un núcleo poético referencial para otros muchos poetas que, influidos por su obra,  van a transmitir en sus poemarios la genética literaria Cruchaguiana.

Por supuesto, incluso incurriendo en una forma de innovación casi plenaria, en todo autor es posible rastrear las influencias de otros poetas y otros movimientos: modernismo, surrealismo, creacionismo, ultraísmo, etc. Otra cuestión es si la identificación de estos antecedentes es más o menos forzada y, a veces, hasta fortuita. Para evitar estos “accidentes” es recomendable y se diría que imperativo, leer con detenimiento y profundidad la obra sometida a la observación, análisis e interpretación del hermeneuta de turno.

Tal como señalábamos cuando tuvimos ocasión de analizar uno de los poemarios que han precedido al actual, Cruchaga admira y ha leído a muchos poetas y seguramente tendrá influencias de muchos de ellos, pero es difícil que se reflejen en su poesía de forma indiscutible. Vicente Huidobro es uno de los poetas cuya influencia sí se puede atisbar nítidamente en el trabajo de Cruchaga. Huidobro asimilaba la acción poética a la necesidad de entretenimiento de los dioses, una necesidad divina, lúdica, de la que brotaba la libertad creativa…pues ni el juego ni las divinidades son dados a la autoimposición de límites, cargas ni castigos. Esta potestad divina asimilada por Huidobro como creacionismo, le permitía escribir poemas como “Ella” en cuyos versos, como en una barrena que atraviesa las paredes de habitaciones donde todo es “Vacío habitado”, pero también “Antípodas del Espejo” …, se aprecia el potencial sintetizador de la sinestesia: “Tenía una boca de acero/Y una bandera mortal dibujada entre los labios/ Reía como el mar que siente carbones en su vientre/Como el mar cuando la luna se mira ahogarse/Como el mar que ha mordido todas las playas” (Vicente Huidobro, 2020/ Siles, 2019).

Hemos afirmado que, entre otros enfoques y recursos, Cruchaga adopta la perspectiva sinestésica asociándola con la metáfora para deslindar el mundo perceptivo de los límites que organizan el universo de lo aparente y superarlo atravesando la epidermis del fenómeno percibido. En ese aspecto la poesía y la prosa poética de Cruchaga adquiere una visión fractal de la realidad (Martínez Simón, 2018)  que incluso transforma su poesía en una herramienta extremadamente útil  para captar las esencias del mundo cuántico (Durán, 2017)

La sinestesia como recurso poético hunde sus raíces en la Biblia y en la poesía clásica se encuentran antecedentes de este enfoque poético: Cantar de los Cantares (oleum efusum nomen tuum), Homero (voces color lirio), Platón (oscuro oír), Virgilio, los barrocos españoles, el simbolismo francés decimonónico los románticos ingleses y alemanes, los modernistas, especialmente Rubén Darío y Juan Ramón (Schrader, 1975; Ynduráin, 1969; Cordoba, et al, 2012). Pero la amplitud del enfoque sinestésico desborda los límites de los ismos y las generaciones. Así podemos ver como Vicente Alexandre, representante de la generación del 27, integra en su universo poético la visión “fundidora” de los sentidos tanto a través de la mística de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León como en los románticos decimonónicos ingleses. En definitiva, como Cruchaga, se trata de un poeta afincado en la necesidad de fusionarse con el cosmos (Siles, 2019).

            Así, en “Vacío Infatigable”, prosa poética introducida con una aseveración de Huidobro: “Solo como una nota que florece en las alturas del vacío”[1], la normalidad está colmada de juegos oscuros, la nieve está afectada por una desazón entumecida (de nuevo las espesuras, las densidades y la coagulación helada del agua) y los últimos estertores pueblan Coralville:

“No sé cuántos vacíos hay en los ecos, ni qué porfía premonitoria tiene el paisaje mojado de tu cuerpo: deambulo en esos juegos oscuros que tiene la normalidad, en las ebrias alturas de las hondonadas. En Coralville, respiran los últimos estertores, la desazón entumecida de la nieve junto a la voz enredada en los huesos. En la destilería de Cedar Ridge siempre hay vino blanco para derramarlo en la cripta que produce el vértigo" (Cruchaga 2021, 97)

Por todo esto y mucho más presente en su dilatada obra, André Cruchaga es un poeta tan intenso como extenso (minero que excava la superficie buscando la profundidad y trascendencia del verbo y prolífico observador de un universo donde todo está relacionado…aunque habite en las antípodas). En definitiva nos encontramos ante  un hermeneuta lírico cuyo calado existencial e insondable estética   facilitan  tanto la desazón como un sosiego sin límites … allá donde la tempestad  se coagula. 

Desde luego, Cruchaga puede llegar a provocar cierto vértigo en los lectores desprevenidos que llegan a la lectura de sus poemarios, de su prosa poética, de sus reflexiones tan fulminantes y flamantes como el rayo azul que pulveriza la oscuridad de la noche; desde territorios literarios más acomodados, desde las antípodas de la poesía creacionista donde, por el contrario,  habitan de forma más o menos armónica: la sublimación de la trascendencia y lo cotidiano, la dialéctica existencial envuelta amorosamente en la contradicción y la consistencia estética, y todo ello envuelto en el denominador común de un enfoque sinestésico.  Sin duda “Antípodas del Espejo” es una obra que no va a dejar indiferente a nadie y que constituye un original y bello ejercicio de sublimación de la existencia. 

 

Alicante, España

Marzo de 2021

 

 

Bibliografía

Bértolo, C. (2000). Mario Lacruz. El escritor que no encaja. Leer,  16(117), 72-73.

Cervantes, J. (2013). El absurdo creador (por Michel Houellebecq en ‘El mundo como supermercado’). Recuperado dehttps://amanecemetropolis.net/el-absurdo-creador-por-michel-houellebecq-en-el-mundo-como-supermercado/

Cohen, J. (1973). Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos.

Córdoba, M.J. (et. al.) (2012).Sinestesia. Los fundamentos teóricos, artísticos y científicos. Granada:Ediciones Fundación Internacional Artecittà.

Cruchaga, A. (2020) Vacío habitado. El Salvador: Teseo.

Durán, A.J. (2017) Poesía del mundo cuántico (Emily Dickinson). Píldoras. Recuperado dehttps://institucional.us.es/blogimus/2017/04/poesia-del-mundo-cuantico/

Heidegger, M. (2008) Meditación. Madrid: Biblos.

Huidobro, V. (2019). Poesía de Vicente Huidobro. https://www.poemasde.net/poesia/vicente-huidobro

López Martínez, M. I. (1991).Sinestesias en la poesía de Vicente Aleixandre. Anuario de Estudios Filológicos, 14, 283-299

Lyotard, J.F. (1999). Lo inhumano: charlas sobre el tiempo. Buenos Aires: Manantial

Martínez Simón, J.R. (2018). El realismo fractal de la palabra. Recuperado de http://www.latintadelpoema.com/proverso/2018/01/15/realismo-fractal-la-palabra/

Schrader, L. (1975). Sensación y sinestesia. Madrid: Gredos.

Siles, J. & Solano, C. (2016). Sublimity and beauty: A view from nursing aesthetics. Nursing Ethics, 23(2), 154–166.

Siles, J. (2017). Cielorraso, la poesía sinestésica de André Cruchaga. Cultura de los Cuidados, 21(48), 245-246.Recuperado dehttp://dx.doi.org/10.14198/cuid.2017.48.27

Siles, J. (2019). Reseña de “Vacío habitado de André Cruchaga o la poesía como búsqueda de un lenguaje aprehensor del sentido/ sin sentido de la existencia”. Cultura de los Cuidados (Edición digital), 23(55). Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2018.54.27

Siles, J., & Solano, C. (2007). El origen fenomenológico del “cuidado” y la importancia del concepto de tiempo(…). Cultura de los cuidados. 11(21)19-27

Ynduraín, F. (1969). Sinestesia en la poesía de Juan Ramón. Madrid: Gredos.

Zurita, R. (2019). La demencial apuesta de la poesía. La Razón. Recuperado de https://www.razon.com.mx/el-cultural/la-demencial-apuesta-de-la-poesia/



[1] Cruchaga vuelve a emplear un verso de Vicente Huidobro para dar entrada a su poemario “Eternidad de la Voz” Esa voz en que cae la eternidad (Vicente Huidobro en Cruchaga, 2021, 108).


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