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IMPOTENCIA
Aquí el sonido petrificado de la desnudez,
el asombro que tiene
los fuegos de la infancia y el aroma de la tierra cuando llueve.
Aquí duelen los cementerios y su tiranía de huesos.
Tiembla el alba igual que la noche en su agonía de la luz.
Bebo la oscuridad solitaria en el cántaro de la miseria.
Zumba el fuego que aún pervive en la cicatriz viva de la boca.
No sé si reír de impotencia cuando me duele la palabra amor.
Soy lo peor sobre el hombro de las arrugas, sobre la rosa de peces
que devora el resplandor: soy lo peor cuando no puedo caminar
sobre las aguas del mar, ni retener tu cuerpo en una mañana
de pinos, ni reinventarte un paraíso.
Un manojo de huesos horada mi paladar: en la sed solo desciendo
hasta desvanecerme en los senos opacos de un trino.
Soy el peor transeúnte sobre andenes de moho:
mi pecho es remoto, como aquel pájaro de la aurora
que se embriaga en el cierzo de un tiempo impasible y vasto.
.
Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
los fuegos de la infancia y el aroma de la tierra cuando llueve.
Aquí duelen los cementerios y su tiranía de huesos.
Tiembla el alba igual que la noche en su agonía de la luz.
Bebo la oscuridad solitaria en el cántaro de la miseria.
Zumba el fuego que aún pervive en la cicatriz viva de la boca.
No sé si reír de impotencia cuando me duele la palabra amor.
Soy lo peor sobre el hombro de las arrugas, sobre la rosa de peces
que devora el resplandor: soy lo peor cuando no puedo caminar
sobre las aguas del mar, ni retener tu cuerpo en una mañana
de pinos, ni reinventarte un paraíso.
Un manojo de huesos horada mi paladar: en la sed solo desciendo
hasta desvanecerme en los senos opacos de un trino.
Soy el peor transeúnte sobre andenes de moho:
mi pecho es remoto, como aquel pájaro de la aurora
que se embriaga en el cierzo de un tiempo impasible y vasto.
.
Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga