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viernes, 28 de septiembre de 2018

NAUSÍCAA






NAUSÍCAA



A Elena Muñoz de Latorre




¿Cómo cantar los meses líquidos de los ojos en el alhelí hondo de la tarde? —Quizás, Nausícaa, en el litoral de los naufragios, haga que ya no zozobren las fogatas del mar. (No hay reposo en el tiempo, sino aguas cósmicas desplomándose, o sordos salmos en lo pétreo de la noche. En cada mar secreto, hay naves que tocan las cornisas de las profundidades: ahí expiran las luciérnagas azules hasta roer el pecho.)

En la pulcritud absuelta de las aguas, no hay crematorios ni puñales, sino la absoluta lumbre del rapto, jamás la depredación sino la cosmogonía de los vitrales.

Ante el mar, sólo la memoria y el murmullo de Ítaca, insondable laberinto de regresos y sudarios. A mitad de la luz, la armonía frágil en la vigilia y las sombras, son estruendos furtivos.

En los aleros del sinfín, todo nos mira con el sigilo flotante de las mareas: una desnudez de sangre fulgura irredenta sobre las aguas. También el destino tiene nombre de destierro y sordas rocas de rapsodia.


Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga

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