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jueves, 14 de junio de 2018

LOZA

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LOZA




Para calmar la sed, aquel cántaro tangible entre mis manos, el refriego total de la tierra. Ante cada mañana nos rendimos como simples mortales: tocamos puertas y ventanas y trenes. Desconfiamos de la lluvia arrebatada y sus calles de barro. Sin decir palabra, vivimos el eterno sueño de la expectación, la hoja negra del pan y su aroma de humedad antigua. Cada vez, sólo visibles en el ijillo de las funerarias.

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