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martes, 27 de marzo de 2018

CADA SOMBRA

Imagen: Pinterest






CADA SOMBRA





Me gustan las sombras para guarecer el alma después de la tormenta;
después de todo, el reloj es un vaso del tiempo,
el que nos marca, disfrazado o no,
la ebria cabellera de la ceniza. 
Por eso digo que en cada tren, barco, peces o zapatos,
hay espejismos que nos alimentan.
Y sustancias oscuras donde se desbordan los tatuajes.
Duele el agua fuerte de las armónicas y su caricia de putas y tabaco
de alfileres que uno soporta al ras de la cobija.
(Cada sombra es la sombra de un destino de leznas;
ahí el acné abrupto de las fiebres.)

La idea es lo más próximo que tengo en este invierno
de delectación trágica;
trágico lo deshumanizante que hay en el corazón de la humanidad.
¿En qué sitio puedo encontrar la autenticidad sin máculas,
la perenne virtud del orden de las cosas?
Siempre me alcanzan las sombras del horizonte,
la respiración eriza de la embriaguez,
la amenaza como un gotero oscuro,
la falta de probidad de los cuchillos.
Nos muerde el hastío perverso del búho en su absurda desnudez:
hay golpes sombríos en este cuerpo negro,
y bocas de exterminio en la miseria de los tabancos.

(Y luego vos, con tus arengas de cactus
y diáspora al primer sol,
sin entender la esencia del tiempo.
La luz es la más antigua de las sombras;
resplandecer es más un acto de fe que de aprendizaje:
el aprendizaje a menudo se vuelve letra muerta
ante el poderío de los balcones.
Así lo dicen las tullidas edades de la historia.
Así morimos de nalgas y sin ninguna cordura.)

Al borde los cansancios del cielo de los sonambulismos,
los lugares prohibidos para el sueño y la memoria,
los latidos de rodillas como el bulto de la muerte.
Hacia las celdas de la noche la alegría olvidada del alba:
entendemos que todo va muriendo mientras vivimos;
sabemos que el grito abre el pecho,
y que las sombras se acrecientan en nuestro extravío.

Cuando el mundo deshaga los falsos estupores,
habremos ganado el único bosque posible, —esa suerte
de vivir creciendo en la savia de las manos.

Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga

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