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martes, 13 de marzo de 2018

ARMONÍA

Imagen: Pinterest






ARMONÍA



…escribir
a veces es lo único que nos queda
Isabel Alamar




Como un trozo de pan que sube hasta alcanzar la ternura,
como la madera unánime que arrecia en los brazos,
estos ojos que se prenden de las alas.

En nosotros, crece intensa la obediencia a la armonía,
encima de las puertas,
pues entre sueño y viento,
la siembra nos deja el verde del calendario cuando amanece;
mientras la gente común rastrilla los meses,
nosotros hacemos de la sed ese mundo de fermentos.

Mientras la oscuridad es para otros en las sienes,
nosotros saludamos el tren de la eufonía,
el milagro de caminar tres mil años en el desierto,
recordamos que en vez de bajar,
debemos subir a diario las escaleras
sin más estaciones que la tapicería del parpadeo
sin más desorden que la desnudez incógnita
de la yedra del encaje
asistida por el murmullo del remanso.

Y, en esta sombra sosegada del azúcar,
el instante se queda con los nombres,
¿es fábula o alegoría la semilla blanca
que brota de la propia esperanza?
—Yo digo que ahora,
el equilibrio es una conquista que nos amanece
junto al pájaro ebrio de la cumbre,
acaso la propia imagen, naciente,
de esa labor que no admite apariencias, ni soslayos.

Ya somos dos, el mar en un solo.
Somos dos en un mismo muelle,
la túnica de las aguas,
el espacio donde los meses encuentran su acomodo,
para no inmolar los propios sueños:
entre el surco y el camino,
la rama envuelve la trasparencia de los brazos,
y sin reserva,
todo lo lejano tórnase cercano con la complicidad
obediente del espejo,
con el mismo entusiasmo con que la memoria,
da paso a la luz creciente.

Ahora crece la mesa sosegada
sobre lo que antes era poyetón de sombras.
Frente a mí, el sembradío de la honda mañana,
este ver el tiempo mirando el arado,
confiado en el pétalo maduro
de cuanto puede hacer la travesía al vencer el humo y la cruz.

Jamás el caos tuvo la autoridad para humillarnos:
Lo sé ahora cuando se abren los zaguanes del resuello,
lo sé ahora cuando en el vestíbulo de la ventana,
se asoman las trenzas
del buen augurio;
a cada paso, sin embargo, resguardamos la esperanza,
como una faena diaria en el instante de la lluvia,
como esa voz alta en el pecho de la linterna:
petrificado el goteo,
el faro del viento en la piscucha del suspiro,
vos toda la música en la sien de las campanas,
anillo de la parábola en el pulso.

Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga

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