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viernes, 2 de febrero de 2018

MEDIANOCHE DEL MAR

Imagen: Pinterest







MEDIANOCHE DEL MAR




…arrastrado por la respiraci6n de mis raíces
inmóvil navío ávido de esas leguas azules
temblabas y los peces comenzaron a seguirte
tirabas a cantar con grandeza ese instante de sed querías cantar
querías cantar sentado en tu habitación ese día
Pablo Neruda




Ahí en la medianoche del mar, todos los imposibles,
todos los tiempos de la piel y las tumbas:
Dios suplicante en  mi pensamiento,
la carne mordida a dentelladas como la sal en el ancla,
el acecho amordazando  el oficio del sueño.

El tiempo nos devora a cada tropiezo,
madura en el aliento;
en lo oscuro, sobre la arena,
la necesidad de ver los manteles del día,
no este dolor mordiendo los talones;
a veces la soledad se cuelga de mis pies:
—esa soledad visceral que rasga mis manos,
mi cuerpo
y cuanto en ella el bosque de la entraña,
húmedo, juega a las cadenas.

¿Vendrá la luz?
¿Saldré de estas ausencias corroídas por el moho?
Después, quizás deba atravesar la puerta
y destorcer los goznes,
—la caricia, el amor, los pañuelos, las agujas de la vigilia,
la respiración compartida.

Ahí las alas a la espera de los acasos,
el pecho como un mar airoso,
el amor indecible en el aliento.
Mientras habito este litoral de sueños,
me he internado en la noche de mis ojos,
en la sed del desvelo,
en la corteza amarga de tanto camino
que en su savia de panales crece,
—crece como un dardo en las semillas,
en esta profunda fuerza de mi herida.

Los paraguas de la noche caen
como una descarga de ametralladoras.
—Imágenes de abisales jazmines aturden mi paisaje:
persianas de oscuro sabor,
siniestros caballos de nostalgia en el viento,
espejos suplicantes de postales sin reivindicación alguna,
allí donde nos han dicho
que se encuentra el Paraíso y éste sabe a poluciones crepitantes,
a inviernos rasguñando la alegría de los genitales,
ardiente arquero
sobre lunas horizontales,
sino de los rezos adánicos.

Pero no, la medianoche cruje en los costados.
(Nos muerden sus huesos de sal, nos hunde sin descanso
como piedra, curva la sangre del pez de los sueños.)

—En ella se ahogan los cabellos.
Insomne es el último viento que murmura en las palabras,
oscura la lengua donde hubo aliento; 
lento,  este cielo de tantas feligresías.

Cuando la humedad se aleja,
cuando no duelen las sienes,
la historia se rehace en los muelles de las pupilas;
relampaguea la memoria,
la escarcha dicta su estricto manual para transeúntes.

Noche y día y sombras combaten en la madera de mi sangre.
—Noches, día y sombras chorrean
en el alambique de su grito
como un mar estrujando los párpados,
como una habitación donde
el hollín ha bebido la transparencia del zodíaco.

Medianoche del mar en las aguas.
Medianoche la voz profunda.
Medianoche la llama adusta del asedio
tras un fondo de cuerpos suspendidos:
al fondo vacío de los rostros de las espinas
y la tristeza,
al fondo donde el alma se disuelve
ciega de tanto peregrinar allí en los lienzos
de su palpitación, honda noche en el tórax,
acaso otro planeta donde la incertidumbre
se ha vuelto un jinete de  espejos,
y el arcano, un bufón del alba.
Un clamor doliente.

Ahí la medianoche del mar y todos sus imposibles,
solo ahí con el despojo
en medio de las pupilas,
ávido de las aguas de tu pecho.

Del libro “CUERPO DE POSTRIMERÍAS”, 2008 (Inédito) 120 pp
© André Cruchaga








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