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martes, 19 de diciembre de 2017

CEREMONIA PLURAL

Imagen: Pinterest





CEREMONIA PLURAL




…vayamos haciendo camino
creyendo que lo hacemos desde dentro
para no morir,
para no dejarse vencer por el tiempo…
Ana María Fagundo




La luz, esa liturgia desvelada en la desnudez del crepúsculo,
la alacena en el ardor de los latidos,
—cofre de cristalina sal, mar adentro,
los jardines subterráneos deshaciendo su cuerpo.

Cada deletreo es un diorama en sí mismo
de aires esparcidos
en todo el presente de las vigas y el dintel del tiempo.

Pétalos desclavados urden su sinfín
en el cuaderno plural
de sangre y tinta, de escaleras encendidas,
de paraguas sinuosos.
De puertas derramadas en neblina.

(Vuelvo a los ojos acumulados del murmullo,
rito de luciérnagas
haciendo previsible la brasa tendida en la lengua,
el horizonte donde el pulso se vuelve alacena pétrea,
fecundo aprendizaje del arco iris,
trayecto plural del horizonte.
Del aroma urgido de pájaros, emergen palabras de sigilo:
el tiempo que de manera inverosímil
corre inmerso a través de los dientes,
también el desayuno en trocitos,
memoria y ajetreo del desatino,
ráfaga que nos conduce a esponjadas tapicerías,
a manos que recordamos porque un día
fueron nuestras manos,
territorio de alacenas, cristales anteriores al aliento.)

Después de todo, nos cunde el agua descuajada,
el agua reclinada
en la rama de los ojos, el pasmo de los pulmones,
la luz desposada en el tejado,
desplegada en fósforos de azúcar.

A veces asido de aguas espaciosas,
nos adentramos en la respiración del poema,
como entra un niño a la bengala tangible de la tinta,
al garabato que, en sus estribaciones,
lleva claridad y canicas,
blancos alelíes en los párpados.

De otro modo, las telarañas no tendrían sentido,
ni alcanfor el aire,
ni balcones filiales,
ni calles donde el aliento se vuelva fogata;
de otro modo, nosotros, los noctámbulos,
perderíamos la lumbre
para respirar el aire o, en todo caso,
para encontrarle sentido a la intemperie
de las páginas en blanco,
al madrugón que nos da la noche,
al hondo sueño de los pinos ahogado en el pecho.

De otro modo, sí, de otro modo,
la piedra estaría allí, imbatible
como la tinta estampada en paredes siniestras,
como el abanico
del páramo despeinado entre tanta breña,
entre pólipos de fermentada resaca,
entre candelabros de ansiedades.

Miro caracoles colgando del dintel:
miro palabras amarillas y ásperas castraciones,
extraños litorales de incienso;
de seguro es el espejismo,
la misma ceremonia plural de los recuerdos,
(la dureza de pestañas sin mesura)
la tierra que de repente nos refugia en su pulso,
o la memoria que respira en el rapto
de los espectros,
las trenzas presentidas de los inevitable:
el poema con sus recurrentes puertas,
el oleaje blanco de la conciencia compartida.

Barataria,
Del libro “A MANERA DE POSDATA”, 2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga

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