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jueves, 16 de noviembre de 2017

FANTASÍAS DEL FRAGOR

Fotografía Pinterest





FANTASÍAS DEL FRAGOR




…piezas de la fatiga final, desnuda, que gritan y que son
peores testigos de algo que ni mis lágrimas borrarían.
(¿el miedo?)
Roque Dalton




En el fondo del pozo de las luciérnagas, hay espectros forjados de deseos, anillos encarnados en el infinito de las alas, y hasta vendavales de ojos, colgando de las palabras que escribo. Sobre las raíces, el musgo devorado por la noche, la ternura a punto de ser un candil ínfimo carcomido por el collar del balastro de los días de la semana confundidos en el lápiz sedoso de la flama del candil, el cirio tocado por las axilas, el ventarrón del tabanco mordiendo las alas con el hollín a quemarropa del ramaje de los dientes: ahora nos prolongamos en la avidez de la herida, en el altar siniestro del colmillo, como esos ruidos sordos que hacen los troncos de los árboles cuando caen en el vacío; las entrañas desgastadas de tanto copiar olvidos: el fuego desvela los fondos más aviesos, más tiernos, los ojos más densos convocados por el aliento; la porción de lava extrema en las costillas, que luego se torna en crujiente espejo, crepitación nunca vista de alfileres oxidados en el trasmallo que el tiempo ha ido haciendo en la cuajatinta del extremo de la piedra, en este cielo donde vivimos a pesar de todo: días funestos, afiches, slogans, vallas publicitarias, moscardones en ojos desahuciados, mientras las aguas transcurren con cierta sinuosidad, con ese negro profundo de la herrumbre hecha de tanta intemperie, sobre el nido deshecho del pájaro, sobre las manos contagiadas de la brasa destruida del calendario. En las aceras no cuentan los itinerarios, ni el pie ulceroso ante el resplandor, el desvelamiento de la destrucción: el labio súbito del carbón frente a tantos rostros que dejaron manteles vacíos, soledades y tristezas como un solo río sospechoso, sin desagüe, asidas a cada vértebra, sobre el cartón cedido por la escarcha. —Vos, con tus cabellos negros sobre la lámina de la noche: la duda nos asalta cuando las manos se ponen yertas, frías bajo la desnudez de la respiración,  hojas grises del viento voluble del aliento en medio de la neblina del latido, cerrados líquidos girando en el rostro. —Yo, por si acaso, río en medio de tantas pestañas postizas: engañosos entrecejos del relámpago en el junco de la conciencia; es sano reír sin analgésicos, mojado con las aguas del fingimiento, llevando dentro, por si acaso, bufandas inefables, otras mordidas más sutiles en el alma, otros cuerpos encendidos. En su inmensidad, la piedra seguirá siendo piedra, —nosotros, aunque lo ocultemos, lentas lágrimas de esta claridad giratoria y antojadiza. Nos acercamos al centro del basalto, —yo, vos, partes oscuras del braceo de los peces en aguas que nos beben los párpados, en esa sed ronca de los túneles en la deshora del vértigo. (Si algo nos queda del fragor y su fantasía prolongada es la negación de nuestras propias indigencias y esa tenacidad poco solidaria de los remordimientos. Y ese sentir que ya no somos, aunque mi abecedario huela a tu cuerpo y toque tu rostro marcado por los miedos.)
Del libro “MOTEL”, 2012 (Inédito)
© André Cruchaga
Fotografía: Pinterest

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